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Las armas siguen a Obama hasta California

Un joven mata a cuatro personas antes de ser abatido por la Policía en Santa Mónica, donde el presidente acudía a una recaudación de fondos

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Era viernes a mediodía en Santa Mónica (primera hora de la noche en España) y el presidente de EE UU estaba en la ciudad. Laura Sisk lo sabía, y por eso circulaba por calles desconocidas en un intento de sortear los cortes de tráfico por la visita presidencial cuando se adentró con su Mazda azul por el barrio de Yorkshire. Entonces se cruzó en su camino un joven completamente vestido de negro y armado con un enorme rifle. La conductora pensó que era «un miembro del SWAT» (fuerzas especiales) y lo relacionó con el despliegue de seguridad que acompaña al ilustre invitado. Tardó solo un instante en salir de su error, porque el supuesto policía detuvo el coche, montó en el asiento del acompañante y ordenó a la mujer, de 43 años, que lo llevara a la Universidad de Santa Mónica.

La Policía investiga por qué quería dirigirse al centro educativo el joven que unos minutos antes mató a tiros a su padre y a su hermano y prendió fuego a la vivienda en la tranquila vecindad de Yorkshire, junto a la autopista A-10.

Jerry Cunningham-Rathner escuchó los disparos y, a través de la ventana, vio la casa en llamas y al muchacho caminar por la calle con su indumentaria fúnebre, un cinturón de municiones y un rifle que los investigadores identificaron como un AR-15 semiautomático. Un arma tristemente célebre porque sirvió a Adam Lanza para matar a 20 niños y seis adultos en la escuela Sandy Hook de Newtown.

El joven disparó al conductor de un vehículo antes de secuestrar a Laura Silk y ordenarle que le llevase al recinto universitario. En los escasos cinco minutos de trayecto abrió fuego contra un autobús lleno de pasajeros en el que viajaba la estudiante sueca Marta Fagerstroem. «Sucedió muy rápido. Una no espera que ocurra algo así», contó la joven a 'Los Angeles Times'.

Ya en la Universidad, y con todos los agentes de la ciudad alertados por dos víctimas mortales, el tirador abrió fuego contra un Ford Explorer, mató al conductor e hirió de gravedad al acompañante. En su camino hacia la biblioteca tuvo tiempo de reventar la cabeza a una mujer y sembrar el pánico entre decenas de estudiantes.

El joven, al que anoche no se había identificado, fue abatido por la Policía en una acera. Según los escasos datos facilitados por las autoridades, su padre era Samir Zawahri, de 55 años, que estaba divorciado de la madre del chico. Una disputa familiar podría haber sido el detonante de diez minutos de furia y muerte.

Control sin éxito

Los crímenes que terminaron con la vida de cuatro personas e hirieron de gravedad al menos a otras cinco no guardan relación con la presencia de Obama, que a la misma hora, y a solo un par de kilómetros de distancia, presidía un acto de recausación de fondos para el Partido Demócrata en la mansión del antiguo presidente de News Corp, Peter Chermin.

El encuentro, con 135 invitados que aportaron entre 7.500 y 24.500 euros por cabeza, reunió a políticos y ejecutivos del espectáculo de la talla de J. J. Abrams. El servicio secreto alteró después el trayecto del viaje del presidente Obama entre Los Angeles y Palm Springs, donde le esperaba el nuevo líder chino, Xi Jimping.

Como ocurrió con los tiroteos del cine de Colorado y la escuela infantil de Connecticut, la violencia armada vuelve a cruzarse en la agenda de Obama. Los ataques reabrieron el debate sobre un mayor control de las armas y llevaron al presidente y otros dirigentes demócratas a impulsar medidas como un mayor seguimiento de los antecedentes de los compradores. Hasta el momento sin éxito alguno.