Prudencia y ecuanimidad
Actualizado: GuardarLa prudencia debiera ser una condición de obligado cumplimiento para cualquier ciudadano que quiera servir a la ciudadanía a través del ejercicio político. Ojo, prudencia no debe confundirse nunca con lentitud, con ser timorato en la toma de decisiones o débil en la negociación. Prudente tendría que ser requisito imprescindible para no verse obligado a desdecirse de sus propias palabras; para tener que esquivar en un ejercicio de equilibrista mudo esa promesa incumplida que lastra el resto que está aún por decir; prudente para dejar que la Justicia actúe y no anticiparse en dictados de sentencias, ya sea para salir en defensa de los que visten su color como para atacar al de enfrente; prudente en las valoraciones y en las afirmaciones; prudente para que sean pocas las disculpas y muchos los reconocimientos.
Ser ecuánime no debiera ser un rasgo único de aquellos que imparten Justicia sino también de cualquier servidor de lo público; y la política está dentro de ese terreno. Pero no, la ecuanimidad pasó a ser una palabra en desuso, la antítesis de lo que es un político a día de hoy, tomando como referencia a las grandes formaciones que dan de comer a la actual casta; quedando excluidos los políticos de vocación, los consabidos concejales de pueblo que no cobran por ayudar a sus vecinos.
Y queda en evidencia la inexistencia de ese rasgo que equivale a ser justo con sólo leer a diario la crónica judicial de esta provincia, de este país. Se piden condenas y absoluciones anticipadas en función de la afinidad política del acusado. Si es de mi formación, trataré de justificarlo, de defenderlo, de apelar a lo que sea antes que callar y esperar a que la Justicia haga su trabajo. No es fácil ser prudente cuando enfrente piden tu cabeza a diario. Tampoco ayuda a la serenidad del planteamiento cuando el sistema judicial falla por obra o por omisión. Pero el ejercicio político no debería ser fácil, quizás ayudaría a desterrar a tanto parásito.
Ecuánime y prudente dos rasgos que alguien debería recuperar e imponer como requisitos obligatorios para aquel que quisiera ejercer la política. Lo de no meter mano en la caja común se da por hecho, ¿o no?