Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
Apuntes

A la cabeza

ROCÍO VÁZQUEZ
Actualizado:

Desprenderse, aunque sea a través de un operación económica, de la que ha sido la familia, la pasión de uno, es un acto de generosidad digno de reconocer. Ismael Peña ha venido esta semana a Cádiz para supervisar e inaugurar la exposición de 'Los títeres del mundo' que él mismo ha coleccionado durante cinco décadas. El también cantante se ha pasado media vida viajando y buscando marionetas, alimentando un arte tan antiguo como la civilización. En 2008, el Ayuntamiento de Cádiz le compró sus muñecos, sus teatros y documentos por 180.000 euros. El proyecto del Gobierno local para la ciudad bien merecía la inversión. Estaban en vías de construcción dos edificios destinados a ser escenario y hogar de los títeres, una tradición de más de dos siglos en esta ciudad. Su compañía, su buque insignia, La Tía Norica. Sus piezas están siendo restauradas en el Museo Provincial y cuando estén listas acompañarán a los títeres de Ismael en el museo de las bóvedas de Santa Elena, que también servirá para las representaciones. La inauguración de esta semana, que ha coincidido con la celebración de la trigésima edición del Festival Internacional del Títere Ciudad de Cádiz ha de ser entendida como una buena noticia pues viene a cerrar el dibujo que el Ayuntamiento ha ideado para las Puertas de Tierra: el Litográfico, el Museo del Títere y la visita al torreón de las murallas. En conjunto, un nuevo atractivo turístico y en el caso de los títeres, un paso más en un empeño de los políticos locales por convertir a esta ciudad en referencia. Lo es, de largo. Aunque esta afirmación devuelva el debate de su utilidad, conveniencia o trascendencia. Está claro que la explotación de cualquier expresión cultural es siempre bienvenida. El problema reside en comprobar los costes necesarios para ese ejercicio. Y en materia económica, los del proyecto del Museo del Títere han sido altos. ¿Merecerá la pena la inversión? No nos gustaría asistir a otros planes fallidos, incluso del mismo entorno. Si se está a la cabeza de un arte, aunque parezca cosa de niños, ya es hora de que, de verdad, seamos líderes.