El soborno acompaña la vida cotidiana

No es mucho, es algo pequeñito, 'kitu kidogo' en lengua swahili, pero tan frecuente que algunas fuentes calculan que los vecinos de los centros urbanos kenianos deben abonar 16 sobornos mensuales de todo tipo. La ONG Transparencia Internacional, entidad que estudia la percepción que cada país tiene del fenómeno de la corrupción, estima que el 45% de la población la sufre.

Las aspiraciones de los controvertidos parlamentarios pueden resultar lejanas a una mayoría de la población, empeñada en sobrevivir en las tierras del norte, asoladas por la sequía; en el Rift, aún traumatizadas por la crisis del 2007, o en la costa, aquejada por el creciente movimiento secesionista e islamista.

Pero, como demuestran las estadísticas, aflora un creciente optimismo, posiblemente impulsado por una vigorosa actuación de los medios de comunicación, favorecidos por una ejemplar libertad de prensa, o la existencia de un comisionado anticorrupción cuya labor resulta bien publicitada.

La comparación entre los indicadores kenianos y españoles revela una postura completamente opuesta. La creciente confianza de los africanos contrasta con el desaliento hispano, pero hay que tener en cuenta que se trata de apreciaciones subjetivas y que la opinión occidental, curtida en el Estado de Derecho, se muestra más acerada en su observación de las malas prácticas.

La Policía africana sale malparada en el estudio tal vez porque es el agente más cercano a la cotidianidad del ciudadano, el mismo que ha de abonar sus 'mordidas' en las congestionadas carreteras de Nairobi o Mombasa. El español reparte sus malas apreciaciones entre un número mayor de instituciones.

Pero, tal vez, esas notas habrían cambiado si la encuesta correspondiera a este año y no a la publicada el año pasado. Cuando se llevó a cabo, los desalentados compatriotas no conocían cuestiones como la financiación del Partido Popular, el escándalo de las preferentes, el caso de las ITV catalanas o las operaciones financieras de Bankia.