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Adiós a una industria mítica

La marcha de los restos de Tabacalera, por más previsibles que resultaran, ponen el punto final a una tradición laboral y agravan una sangría de empleo sin fin

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Desgraciadamente, los gaditanos tienen larga experiencia en pérdidas. Desde los tiempos de las Américas hasta el presente, pasando por el desgarro del 98, parece que les ha tocado en primera fila, con las piernas colgando en el pantalán de los muelles, ver derrotas y despedidas una tras otra. Quizás esa circunstancia haya forjado su carácter melancólico -tan potente como la presunta gracia, pero más discreto- que siempre suspira por felices tiempos pasados. Ahora, sin la carga poética de ultramar, los desastres son económicos, uno tras otro. Las empresas se van como vinieron, quizás por carecer de raíces y tener como única motivación el ajuste constante de ingresos y gastos. La lista es tan larga, la decadencia económica es tan constante, que repasarla supone un inútil ejercicio de masoquismo colectivo.

La última noticia, en cambio, tiene una carga simbólica especial. Se va Altadis. Además de perderse 76 puestos de trabajo (a multiplicar por varios familiares afectados) se quiebra un vínculo histórico de Cádiz. Desde que el tabaco llegara de Las Indias, la capital gaditana ha sido sede de todo tipo de industrias dedicadas a la manipulación, el almacenamiento y la distribución de cigarros y cigarrillos.

Han sido tres siglos de vínculo constante que ahora se acaba. Ya no queda romanticismo en el comercio del tabaco, bien al contrario el anuncio llega en el Día Mundial contra el Tabaco, que resalta toda la potencia asesina y adictiva de ese producto en la actualidad. Pero también da cornadas el hambre y aunque sea ya una industria que no despierta admiración, la constante, paulatina, imparable pérdida de músculo empresarial y empleo en la provincia provoca otro tipo de rechazo.