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La fragata hibernada

JUAN MANUEL BALAGUER
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No está capacitado el ser humano para reflexionar lúcidamente en el medio gélido; en las tundras y ventisqueros de la desolación espiritual. Requiere de la calidez del monasterio soleado, la sombra indulgente del emparrado y el susurro del regato, cuanto menos, para poder abandonarse en el ejercicio soberano de la búsqueda de la verdad y su inherente belleza. Intentar motivar a la juventud para que asuma riesgos creativos desde el gélido paramo de la discordia cainita, es tarea necia e infértil. Más aún si se le solicita al joven esponjoso que crea en la creación de enseres nuevos, de herramientas para esculpir la felicidad, sin copiar a caducos modelos. Innovando. Haga una prueba: intente cantiñear unas nostálgicas bulerías bordeando el lago Lemán de Ginebra encarando el ‘bise’, ese viento norteño húmedo e impío que tiene alma de glaciar y carácter osco de perdiz nival. Se le congelará el gaznate a la vez que esa lágrima que clama por volver a Jerez se convierte en un diamante que añora el solecillo para lucir su galanura.

Todos los movimientos poéticos estadounidenses generados en el entorno del Black Mountain College, patroneado por Charles Olson (1910-1970), padre del postmodernismo, generaron una inquietud alegórica esculpida en bajorrelieve sobre el cielo, que solicitaba la «restauración de la casa humana». Esta restauración nacida de una poética altruista en la que lo ensimismado era compatible con lo extravertido, de lenguaje moderno y nuevo, impelía, e impele, a asumir el desafío de la reconstrucción integral de la arquitectura del alma humana, privada de todas las limitaciones y tentaciones materiales. Nada tiene que ver este aconsejado alzamiento con la inmolación ascética, con el aislamiento cenobita, al basarse en una llamada ancestral mesopotámica que nos impele a edificarnos, como el zigurat, en un gallardo gesto de muralla habitada. Los zigurat de Ur o Nanna, expresan elocuentemente el sentido de este necesario esfuerzo por la regeneración de la vida civilizada; mucho le deben al compromiso sumerio con los ritos y la veneración por la escritura.

No conseguiremos generar empleo juvenil únicamente con la financiación. Conseguiremos que vuelvan a quedarse sin empleo y para mayor escarnio endeudados. Hay que financiarles su formación integral, profunda, densa, humanística, científica. Hemos de formarlos en el cálido mundo de las artes y las humanidades, de las ciencias morales. En las magias imprescindibles de la danza y el canto, de la música y el teatro, en el consuelo de la filosofía madre del arte de preguntar. Un joven debe ser un dominador de la abstracción, un genio de la espeleología del misterio. Un habilidoso por antonomasia. Jamás un currículo entristecido y manoseado. Debe ser un portento cálido en perenne floración. Una pasión fulmínea. Ese es su empleo y ese su porvenir. Ese es nuestro empleo y ese nuestro porvenir. Amor dinámico.