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Ángeles Mastretta. :: J. R. LADRA
Sociedad

Ángeles Mastretta, entre la memoria y la ficción

«Somos lo que dejamos en los otros», dice la autora mexicana, liberada de la pesada carga de los secretos familiares gracias a 'La emoción de la cosas'

MIGUEL LORENCI
MADRID.Actualizado:

Ha logrado superar un fracaso y poner un feliz punto y final a todo un desafío narrativo. La escritora mexicana Ángeles Mastretta (Puebla, 1949) se propuso novelar sobre los secretos de su propia familia. Muchos años después de la muerte de su padre comprendió que «sabía poco de él y aún menos de su pasado». El empeño de recrear su vida en una novela se reveló imposible, «porque la ficción tiene el deber de mentir para ser creíble y no podía novelar una realidad tan cercana; no podía inventar a mis padres». Así las cosas, Mastretta acabó escribiendo su libro acaso más personal, en el que «la memoria y la emoción se imponen a la ficción» y que resultó «balsámico» para la escritora. «Somos lo que dejamos en los demás», dice ahora que ha pasado el trago y ofrece al lector 'La emoción de las cosas' (Seix Barral), un libro escrito a flor de piel en el que palpitan las emociones y en el que se alterna la felicidad y la amargura.

«Está marcado por la melancolía, que no es un sentimiento necesariamente triste», anticipa la autora de novelas como 'Arráncame la vida', 'Mal de amores', los relatos de 'Mujeres de ojos grandes' y misceláneas como 'El mundo iluminado'. Asegura que si se colocaran en una balanza las muchas tristezas y las alegrías que encierra el libro, «el fiel se acabaría inclinando del lado de las alegrías, aunque sean muchas las tristezas». «Es un libro de las emociones, de la memoria, un camino hacia un pasado tan apasionante como desconocido», afirma.

«Ha salido de mis entrañas y me ha permitido poner en orden mi vida. Me he vuelto más humilde», asegura tan risueña como segura de sí, vencidos todos los temores que le impidieron tratar esta historia de secretos de familia como una novela.

Hace tres años se adentró en la espesura de un inextricable secreto familiar y se enfrentó al denso silencio trenzado por su entorno y mantenido durante décadas. Supo que su padre, muerto antes de cumplir los 50 y cuando ella tenía 19, tomó parte de joven en la Segunda Guerra Mundial. Que combatió en Italia y vivió una apasionada historia de amor deliberadamente sepultada que ella decidió rastrear sobre el terreno.

«Nunca quiso hablar del pasado, de modo que me pregunté qué derecho tenía a indagar en algo de lo que él jamás quiso contar», apunta la escritora. «Comprendí que somos lo que dejamos en los otros, lo que se recuerda de nosotros, pero también lo que los otros callaron y no nos contaron. Me puse a escribir esta historia que me obligaba a renunciar a mi religión, que es la ficción, un tesoro que da vida y las cambia, pero que no podía utilizar esta vez», lamenta.