Varios clientes son atendidos en las oficinas de Syrian Airlines, en el centro de Damasco. :: M. AYESTARAN
MUNDO

Siria paga el peaje de la guerra

Los viajes por carretera se han convertido en una lotería y algunas compañías ya han decidido aparcar sus autobuses

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Abu Fady acaba de llegar de Alepo después de un viaje de once horas en autobús y en su cara se nota la tensión del trayecto. Atrás quedaron los tiempos en los que el recorrido de 360 kilómetros por la autopista central se cubría en cinco horas, ahora hay que realizar varios tramos por caminos secundarios para evitar combates y superar «al menos cincuenta puestos de control del Ejército, Ejército Sirio Libre (ESL) y Frente Al-Nusra», asegura este profesor universitario que ha viajado para resolver asuntos personales y porque «necesitaba un descanso, en Alepo la vida es muy complicada».

Hay que reservar los billetes con dos días de antelación y en el momento de la compra el vendedor deja claro que «la situación cambia cada día, es cuestión de suerte». Abu Fady ha viajado con Sarraj, la compañía más antigua del país y que, según varios pasajeros consultados que realizan el trayecto con frecuencia, «parece que ha logrado un pacto con todas las partes y nadie ataca sus autobuses». Un pacto basado en el pago de «peajes» para poder llegar a salvo al destino.

La carretera es la única forma de viajar entre las dos ciudades principales del país ya que el aeropuerto de Alepo lleva meses cerrado. Los autobuses solo viajan durante el día y salen del Puente Victoria de Damasco a las ocho de la mañana. «Sarraj no ha dejado de salir un solo día, aunque antes teníamos siete servicios al día y ahora solo uno», asegura Abu Mohamed, responsable de la compañía en Damasco desde hace más de veinte años.

El precio del billete ha subido de 300 libras (1,60 euros al cambio actual en el mercado negro) a 1.000 (5,40 euros) y cada día cuelgan el «no hay billetes» en la oficina. «Las ciudades están bajo control del régimen, el problema son las zonas rurales donde hemos tenido secuestros de pasajeros y robos, uno no sabe cuándo pueden asaltarle los grupos armados», lamenta Abu Mohamed mientras atiende a los clientes que acuden en busca de información y a entregar paquetes para el servicio de mensajería.

Como en la mayoría de países árabes, la cultura de zoco se traslada también al mundo del transporte y todas las compañías están en la misma zona. Hay que avanzar pocos metros para llegar a Express, otra de las empresas emblemáticas de las carreteras sirias con conexiones a las principales ciudades. Decenas de personas ocupan el mostrador donde se amontonan fajos de libras sirias. «Tuvimos que dejar de operar en noviembre y tenemos nuestros 32 autobuses aparcados en unos pabellones de Alepo, ahora nos dedicamos en exclusiva a la transferencia nacional de dinero», señala Abdula Mulla, que lleva desde los noventa vinculado a esta compañía que en 2011 tenía 4.000 empleados. «El punto de inflexión fueron los peajes, cuando empezó la extorsión de los grupos armados nos negamos a pagar y nos quemaron un vehículo en Idlib. Poco después secuestraron a un conductor y ya decidimos cortar las líneas hasta que haya seguridad», confiesa con indignación Mulla, que maldice a la oposición armada.

Volar, la opción más segura

Ante la aleatoria situación en las carreteras el avión se ha convertido en la forma más segura de transporte. Tras meses con problemas en la carretera que une la capital con el aeropuerto internacional de Damasco, las fuerzas de seguridad han retomado el control de una ruta donde «ahora solo hay combates esporádicos de unos minutos cada dos o tres días», asegura Raida Suleiman, empleada de la oficina central de Syrian Airlines en la céntrica calle Saed Allah al-Jabery, intentando tranquilizar a los clientes que deben elegir entre superar los riesgos de once horas de autobús o treinta minutos hasta el aeropuerto.

La compañía vuela hasta cinco veces al día a Latakia, en la costa mediterránea y cuna de la familia de Bashar el-Asad, y en días alternos a Qamisli, principal ciudad del Kurdistán sirio. El problema son los billetes, que han multiplicado por seis su precio y cuestan 5.600 libras sirias (30 euros al cambio), lo que representa una tercera parte del sueldo medio que cobra un funcionario. Syrian Airlines vende también billetes a Dubai, Abu Dhabi, El Cairo, Riad, Teherán y Moscú, pero la mayoría de los ciudadanos sirios opta por no jugársela y viaja por carretera a Líbano -la última ruta de salida segura que queda en el país- para volar desde el aeropuerto internacional Rafic Hariri de Beirut.