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El peregrinaje de Annie Leibovitz

La gran fotógrafa se reinventa y cambia la sofisticación de sus retratos por una sencillez poética. -En un viaje a sus raíces, capta con una nueva mirada la delicadeza de los detalles más nimios y la grandeza de los paisajes

MADRID Actualizado: Guardar
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Lejos de atrincherarse en los retratos que la convirtieron en la fotógrafa más respetada, temida y cotizada de mundo, Annie Leibovitz (Waterbury, 1949) cambia de registro y se reinventa. Superada una de las etapas más negras de su vida, en lo personal y en lo profesional, vuelve a la arena con una exposición y un libro que denotan su nueva forma de mirar. Tras la muerte en 2004 de su compañera de viaje, Susan Sontag, y la de sus padres en 2007, los bancos retuvieron los valiosos derechos de su obra como garantía de las enormes deudas que había contraído. Ha remado desde entonces contra viento y marea para seguir a flote y la prueba de que mantiene la cabeza fuera del agua es la muestra que acaba de inaugurar en Washington. Bajo el título de "Pilgrmage" (Peregrinaje), es el fruto de un viaje íntimo a sus propias raíces tras las huellas de las personas y los lugares que la inspiraron: de las casas de Elvis Presley, Virginia Wolf o Abraham Lincoln, a las cataratas del Niágara o el parque de Yellowstone. Una nueva mirada con la que Leivobitz recupera la frescura gracias a sus hijas.

Acostumbrada a desnuda al personaje con su cámara, Leibovitz es poco dada a colocarse a este lado del objetivo y satisfacer la curiosidad del prójimo. Con todo, esta semana comparecerá en público en Washington ante para ofrecer precisiones sobre un proyecto que le ha devuelto la vida. Un retorno feliz del que ya anticipó algo en el libro titulado también "Pilgrimage". Publicado por Jonathan Cape meses antes de la muestra, explica cómo el proyecto arrancó durante un viaje a las cataratas del Niágara junto a sus tres hijas: Sarah, de diez años y las gemelas Susan y Samuelle de seis. «Desde el principio, cuando miraba a mis hijas fascinadas por las cataratas del Niágara, me planteé el proyecto como un ejercicio de renovación". "Me enseñaron a volver a mirar", ha reconocido Leibovitz, que fue madre con 51 años y completó la familia gracias a vientres del alquiler.

Con sus nuevos ojos, renuncia Annie Leibovitz a las elaboradas escenificaciones que la hicieron famosa retratando a los grandes personajes de las últimas cuatro décadas, de John Lennon a la reina de Inglaterra -que aceptó muy a su pesar colocarse ante su implacable objetivo- pasando por la familia Obama o las más rutilantes estrellas de Hollywood y todas las constelaciones del rock. El "show business" la eligió como la mejor en los alocados setenta, en los que giró con los Rollings y los Beatles e hizo historia retratando a John Lennon tiernamente acurrucado junto a Yoko Ono. Suya es también la foto de Demi Moore embarazada de siete meses, o la reciente campaña publicitaria en la que retrató para Louis Vuitton a Mijaíl Gorbachov, Sean Connery, Angelina Jolie o Catherine Deneuve.

Sin personajes

Lejos la sofisticación de los retratos a los que debe fama y dinero, se recrea Leibovitz en el paisaje y su grandiosidad o explora el detalle con delicadeza. Ha reunido un total de 67 fotografías tomadas casi en su totalidad en Estados Unidos. No hay personajes en estas imágenes captadas entre abril de 2009 y mayo de 2011 y que son una indagación sobre las raíces intelectuales de la fotógrafa. Fotografiando objetos y espacios, evoca al presidente estadounidense Abraham Lincoln, a la pintora Georgia O"Keefe, o la pionera de la fotografía Julia Margaret Cameron. Son imágenes cargadas de poesía, como la Harley Davidson de Elvis Presley a las puertas de Graceland en Memphis, la ropa de Emily Dickinson, o las aguas del río Ouse con las evoca el suicidio de Virginia Woolf. Las del Parque Nacional Yellowstone, en Wyoming, o las cataratas del Niágara son personal canto al poder de la naturaleza.

En un giro más que notable en la carrera de Leibovitz que en la cima de su oficio desde hace mucho elige trabajos e impone condiciones y tarifas. Solo su contrato con la editorial Condé Nats, a la que se mantiene fiel, podría reportarle cerca de dos millones de dólares al año. Las copias de sus fotos han superado los 60.000 dólares en las salas de subastas. Con todo, tras la muerte de Sontag y de sus padres se vio sumida en un torbellino de deudas y reclamaciones por el impago de un préstamo de 24 millones de dólares.

Agobiada por los abogados y las negociaciones para no perder sus casas y los derechos sobre su obra, se echó a la carretera con su s hijas. Quería regalarles momentos de belleza y paz en las cataratas del Niágara, pero todo se torció. No había liquidez en sus cuentas, y el idílico hotel que había reservado no aceptó sus tarjetas de crédito. No se arredró. Tardó un año en salir del agujero y retomar el viaje con sus hijas. Cambió de agente financiero, renegoció su deuda y rehizo la lista con todos los lugares que había planeado ver con Sontag. Armada con un equipo ligero y junto a su hijas comenzó a fotografiar lo que le apetecía e lugar de lo que debía hacer para ganar más dinero. Y la cosa funcionó. Eso sí, la espada de Damocles sigue sobre su cabeza, ya que su "trampa" de 24 millones de dólares respaldada por sus propiedades y su archivo con casi un millon de negativos es ahora de 40 millones de dólares. Sus últimas fotos constituyen "un viaje personal hacia su herencia cultural", según Andy Grundberg, conservador del museo Smithsonian de Washington que acoge la exposición. "Esta muestra supone realmente el inicio de una nueva etapa en la carrera de Leibovitz, muy conocida por sus retratos de famosos y de personalidades del mundo de la cultura para revistas y que han mostrado tantas exposiciones en tantos", afirma Grundberg.

En cartel hasta el próximo 20 de mayo, la muestra recorrerá luego algunas ciudades de Estados Unidos antes de volver a formar parte de la colección permanente del Museo de Smithsonian.