pan y circo

Paco Puig

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Será difícil olvidar su figura. Imponía, y mucho, más para uno que hacía sus primeros pinitos. Alto, de complexión fuerte, con una voz profunda. Con ese carácter que dejan los años, ganándose a cada paso el respeto que otorga el haber vivido tanto. Rostro serio, severo.

Y de repente, sin cambiar la expresión, con ese tono bajo cascado por el paso del tiempo, así, te soltaba una broma que al que no lo conociera siempre le cogía a contrapié. Sin saber si reír o callar, nervioso, mirando para otro lado, se encajaban esos primeros contactos hasta que las numerosas vivencias iban tejiendo una buena relación, formal, profesional, pero buena.

Se marcha Francisco Puig, Paco para todos. De una forma menos traumática que Manolo Díez o Ramón Blanco, pero igual de inesperada, porque a los 79 años este hombre desprendía vitalidad. Competidor, en el deporte y en la vida. Generoso, dicen los amigos y debería decirlo un Cádiz que sin sus inyecciones económicas quizás se habría despedido antes que él. No, pero Paco no lo habría permitido.

Se marcha ese jugador que sudó la camiseta amarilla en los durísimos años 50, cuando su cabeza se debatía entre el balón y los números y una lesión le obligó a escoger lo segundo.

Se marcha el consejero, el directivo de peso, el que, en las buenas y las malas, nunca falló a sus amigos y eso le ha costado una buena fortuna. De los pocos que se sentaban en esa mesa llena de primeros planos de periódico y decía lo que pensaba, doliera más o menos, porque todos sabían que siempre lo hacía pensando en el Cádiz.

Se marcha sin decir adiós, porque nadie lo esperaba. Pero deja marcado el camino para quien de verdad quiera identificarse con lo que significan unos colores, un sentimiento, una familia. Se marcha otro pedazo del Cádiz CF.