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Castillos y Baluartes

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Barco de Piedra’ para Martínez del Cerro, ‘Castillo de Agua’ para Francesco Venezia, en la bocana de la Bahía, Cádiz flota como una fortaleza de planta dibujada por murallas cuyo deambulatorio ofrece bellos paseos en el borde marinero de la ciudad renacentista. Hace poco enseñaba a Manolo Paredes, entusiasta militante del Foro de Debate Cádiz 2012, un plano en el cual, y con la inestimable ayuda de ‘Indiana’ Belgrano, he localizado todos los baluartes con su denominación histórica más rigurosa. El recinto amurallado que define la ciudadela consta de una serie de lienzos cuyas plantas describen arcos en cuyos puntos de inflexión se hallan algunas de las principales fortificaciones que se conocen como baluartes o castillos, éstos se distinguen por disponer de sus propios elementos: muralla, baluartes y fosos, como Santa Catalina y San Sebastián, pequeñas fortalezas a modo de satélites del gran castillo marino.

El Frente de Tierra, que protegía la ciudad desde su acceso de rodadura ya sólo puede reconocerse en la maqueta de 1777, la reforma de 1950 lo trasformó en algo parecido a la entrada de un Parque Temático. Por la Bahía y dejando atrás el Baluarte de Santa Elena parece obligado un alto en Santiago, balcón al paisaje portuario e industrial. El derribo de las murallas que cerraban la ciudad frente a los muelles se llevó los baluartes de: Los Negros, Santa Cruz y San Antonio. Sobre el antiguo Muelle del Carbón se levantó el Memorial del Doce, concebido como escenario al mar que reproduce, de alguna forma, la concavidad de la muralla demolida. Rellenos recientes desfiguran en este lugar el perímetro, y la proa de San Carlos parece un barco varado en seco; pero ascendiendo la misma se alcanza el punto en el cual la ciudad se monta sobre la muralla, donde se encuentra el pequeño Baluarte Pendiente de la Alameda, en el arco que forma la Caletilla de Rota que alberga la Alameda Apodaca.

El Baluarte de la Candelaria hace de charnela entre La Caletilla y el arco convexo del Baluarte de la Soledad, abrigo del Parque Genovés y los Cuarteles hoy centros universitarios, que si en su día alojaron a la soldadesca ahora acogen a estudiantes entre los cuales abundan Erasmus que eligen con sagacidad un lugar tan agradable para construir la joven Europa. Santa Catalina fue la primera obra para la reconstrucción del recinto tras el saqueo de 1596. Abre el arco mágico de La Caleta, ceñida por los imponentes farallones que revelan la embocadura de la canal que dividía la isla. Más allá de San Pedro, San Pablo y el Orejón, en la Puerta de La Caleta la estatua de Quiñones señala el camino del Arrecife que conduce a San Sebastián. Los Baluartes de los Mártires y de Capuchinos abren el amplio arco del Campo del Sur, fachada de la ciudad al Mar de Vendaval que presenta muy bellas arquitecturas como la Catedral Nueva, el Mirador entre Catedrales, el Torreón del Sagrario, el Teatro Romano, la Cárcel Real y las Viviendas de Álvaro Siza. Así se llega por el sur a los Baluartes de San Nicolás y de San Roque, éste frente a Puerta Tierra.