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Un plátano para el recreo

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Me puedes poner un plátano para el niño?' El frutero escoge uno bueno y maduro, se lo da al padre. -'Ahora te lo pago a la vuelta, que llego tarde al colegio'. El frutero dice con la mano -'No. No importa. No te molestes. No es más que un plátano y es para el niño'.

La primera vez que contemplé la escena no le di importancia. Pero ya la he visto varias veces representada. El padre no quiere aparentar que está pidiendo, y habla como cualquier cliente con confianza, cuando dice -'Ahora a la vuelta te lo pago'. El frutero sabe que por cobrar un plátano más o menos no irá ni al cielo ni al infierno. Está el niño delante. Hay prisa. El padre y el tendero improvisan un teatro repetido a lo largo de los meses. Y será entonces el comerciante quien corra con el bocadillo del recreo, aunque el bocadillo sea un plátano.

Otro día la misma escena ocurre con otro cliente, que parece el abuelo de la criatura. La semana siguiente repite el padre de la primera vez. Otras veces, yo no estoy para verlo, pero sigue ocurriendo -'Dame un plátano para el niño. Por favor y con apremio, con el orgullo y la dignidad que dicen que son el oro de los pobres, porque ya son las 9 pasadas y todavía quedan unos minutos para llegar al colegio'.

Madres que ven salir a sus hijos de casa con las manos vacías. Padres que pasan vergüenza mientras sueñan con encontrar algo que dé dinero, y así poner jamón en el bocadillo si al niño se le antoja. Abuelos que ni en su infancia se habían visto en otra igual, pensando ahora -'Hijo, espero que cuando crezcas no tengas que verte como nosotros ahora: mirando el céntimo, comprando fiado, alargando las manos por una lechuga en la basura que el supermercado ya no va a vender'.

Y los niños viven en la cuenta atrás de la inocencia perdida a marchas forzadas, que despojará de sus galones a los Reyes Magos. Niños que ignoran el precio de una deuda, que afortunadamente son ajenos al trabajo que cuesta ganar dinero, mientras que sus padres siguen abrumados por no saber cuántas hojas de calendario faltarán por pasar en España antes de que sus hijos puedan salir de casa con un bocadillo como el que ellos comían cada día en el colegio.