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Aspecto de la mutilada pirámide de Noh Mulen, derruida para obtener grava para una carretera. :: R. C.
Sociedad

Historia apisonada

La destrucción de una milenaria y ceremonial pirámide maya en Belice, para rellenar con grava una carretera, indigna a los arqueólogos

MIGUEL LORENCI
MADRID.Actualizado:

Era todo un emblema, uno de los templos mayas más significativos y antiguos de Belice. Pero se derruyó en un pispás. Las excavadoras redujeron a grava la mítica y milenaria pirámide de Noh Mulen, fatalmente truncada y apisonada para obtener cantería de relleno en la construcción de una carretera en las cercanías. Para indignación de los arqueólogos, apenas quedó en pie una parte del núcleo central de la pirámide. Situada en un complejo de ruinas mayas en la península de Yucatán cercano a la frontera con México, con unos 2.300 años de antigüedad y unos 30 metros de altura, era la joya de uno de los yacimientos más importantes de la región.

La Policía del diminuto país caribeño investiga un suceso con toda la pinta de ser un deliberado atentado arqueológico. Con el yacimiento clausurado, trata de establecer cómo las excavadoras de la constructora D-Mars pudieron destrozar sin miramientos uno de los mayores templos mayas del país. La fiscalía no descarta presentar cargos penales contra la empresa. La destrucción de vestigios arqueológicos está penada en Belice con hasta 10 años de cárcel o una multa de unos 8.000 euros. Es una cantidad ridícula y que podría afrontar sin despeinarse la empresa, que tras conocerse la pifia el lunes, ha retirado sus máquinas del lugar.

«Ha sido horrendo, deplorable e imperdonable; una patada en el estómago», lamentó un atónito Jaime Awe, máximo responsable del Instituto de Arqueología de Belice, quien aseguró que los trabajadores de la empresa buscaban en el entorno grava para asentar la carretera que construían. «La demolición de construcciones mayas para rellenar carreteras es un problema endémico en Belice», denunció Normand Hammond, profesor del departamento de Arqueología de la Universidad de Boston, con veinte años de excavaciones en la región.

El complejo de Noh Mulen -colina grande en lengua maya- se sitúa en Orange Walk, al oeste del pequeño país centroamericano. Está en un cañaveral privado sin cerca ni protección y es un centro ceremonial registrado como ruina prehispánica en 1897. La pirámide era el centro ritual de un asentamiento de una treintena de kilómetros cuadrados que llegó a albergar a 40.000 personas. Sumaba más de ochenta edificios de piedra caliza, un material muy apreciado por los constructores para mejorar las carreteras.

«Esta increíble destrucción es lo peor que he visto en mis veinticinco años como arqueólogo», se duele Awe, portavoz de una indignación que no dejar de crecer en la comunidad arqueológica internacional. «Eran muy conscientes de que se trataba de un yacimiento milenario. O pensaban que nadie se enteraría, lo que es increíblemente estúpido, o suponían que podrían destruirlo impunemente», lamenta Awe, que ve «imposible» que los constructores confundieran una pirámide como la destruida con una colina natural.