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Sin punto de apoyo

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Estoy cansada de las verdades absolutas, de escuchar a quienes se creen en posesión de la verdad por el mero hecho de ser suya, sin atender a otras razones. Estoy cansada de los discursos realizados en una sola dirección, ya sea desde la derecha o desde la izquierda, sin que se preocupen sus emisores por llegar a un punto de encuentro. Estoy hastiada de las peleas internas y de las externas, de aquellos que tiran la piedra y esconden la mano y donde dicen digo luego hablan de Diego. De los que tergiversan las cosas y mezclan churras con merinas para tener un poco de atención o para parecer que saben de lo que hablan y son los demás los que están equivocados. De los que se acogen al argumentario y pierden toda capacidad crítica para responder por ellos mismos, de los que se dejan llevar por la masa. Quizás sean estos seis años de crisis que comienzan a pesar sobre mi espalda, quizás me estén ganando la partida. Porque cuando voy en el autobús no hay día en el que no escuche a algún usuario hablar de que la cosa está muy mal, de que ya no ven los informativos porque están hartos de tantas malas noticias. Porque cuando paseo por la calle veo los grupos de amigos hablando de que no consiguen encontrar un empleo y con treinta años siguen sin poder salir de casa y mucho menos formar una familia. Porque cuando estoy en la cola del supermercado, la pareja de delante habla de un amigo que está preparando su marcha fuera de Cádiz porque aquí ya no hay nada que hacer. Estoy cansada de intentar tener una visión positiva, quizás por haberme creído durante muchos años que había una luz al final del túnel. Pero esa luz se ha convertido más en una quimera que en un objetivo real del que cada vez más dudo que se pueda alcanzar. Perdonen mi tono pesimista de hoy pero hay ocasiones en los que sentarse a coger un poco de aliento se convierte en un gesto imprescindible. Lo malo es volver a levantarse. Ahí la cosa se complica, porque cuando uno se para en seco y mira a su alrededor no sabe si es mejor subir la persiana o dejarla bajada. Quizás haya llegado el momento de bajar a la calle y escuchar con atención a los que ya pasaron por esto, a los que ya lucharon una guerra y sobrevivieron. Algún consejo bueno seguro que tendrán que dar.