la última

De los diferentes tipos de ingestas

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No sé que comen, que beben, que fuman o simplemente que se meten en su diferencial cuerpo, los dirigentes nacionalistas catalanes. Lo de Mas es de comer de más fuet. Lo de Homs debe ser líquidos de más del Penedés. De Guisper ha debido respirar de más productos quemados en el incensario del abad de Monserrat y Junqueras mira de más por la penetración corporal del mapa de los ‘Països Catalans’. El resto de españoles, a joderse directamente, porque esa ingesta catalana nos produce un enorme atracón al resto. Vamos, que estamos hasta la mismísima masa testicular. Y no es sólo una cuestión sentimental, nos influye económicamente a todos los españoles y no saben lo que eso duele cuando una vez digerido, nos disponemos en el WC.

Quieren justificar el presente para construir su futuro en la historia. Ésta es la que es y los hechos históricos son los que son. Por eso en abril del 815, recién creado el Condado de Barcelona como separación del reino de los francos y los musulmanes, Ludovico Pío, soberano de Septimania y heredero de la Marca Hispánica, territorio comprendido entre la frontera político-militar del imperio carolingio con Al-Ándalus, promulgó un decreto para la protección de los habitantes del Condado y en él se transcribía expresamente que «muchos españoles, no pudiendo soportar el yugo de los infieles y crueldades que estos ejercen sobre los cristianos, han venido a buscar asilo en Septimania o en aquella parte de España que nos obedece». En los comienzos del siglo XVIII, tuvo lugar un enfrentamiento dinástico por el trono de España, que no nacionalista y un grupo de catalanes con Casanovas al frente, defendían como pretendiente al trono de España al candidato de la Casa de Austria, frente al candidato Borbón, pero nada más. Con posterioridad en 1893, Cambó inició el predicamento del catalanismo. En sus memorias describía el ambiente que se encontró: «en su conjunto, el catalanismo era una cosa mísera cuando, en la primavera de 1893, inicié en él mi actuación.». Posteriormente Josep Pla lo confirmaría cuando manifestó que «los catalanes eran muy pocos. Cuatro gatos. En cada comarca había un catalanista. Era generalmente un hombre distinguido que tenía fama de chalado…». Éstos solían seguir las consignas de Prats de la Riba: «Había que saber que éramos catalanes y que no éramos más que catalanes…».

Implantar el nacionalismo en centenares de miles, los que se manifestaron en septiembre de 2011, ha sido y es producto de la tergiversación histórica, la mentira sistemática, el adocenamiento cultural-nacionalista desde la más tierna infancia, sobre todo desde que se trasfirió la ‘Educación’ a la comunidad autónoma catalana. Pero lo que los nacionalista no quieren saber, es que diez veces más al menos que los que se manifestaron, se habían quedado en sus casa, a lo mejor en espera de que alguien los convocase para manifestar la españolidad de Cataluña. En cualquier caso esto se acerca más a ese 67,7% que no quiere la independencia. Tampoco la quiere Europa. Homs dirá en consecuencia ahora también ‘Europa ens roba’. En realidad la Historia de Cataluña es la de sus dirigentes y yo creo que todo empezó con Banca Catalana. Lo que no se sabe es donde acabará.