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Un hombre subido a su camello espera la llegada de turistas para ofrecerles un recorrido por las emblemáticas pirámides de Giza, al sur de El Cairo. :: MARWAN NAAMANI / AFP
MUNDO

En busca del turismo perdido

La soledad de los templos faraónicos de Egipto contrasta con la progresiva recuperación de las visitas a las playas del mar Rojo

PAULA ROSAS ENVIADA ESPECIAL
EL GOUNA.Actualizado:

Boulos mira a la plaza semidesierta y a las mesas de la terraza del café en el que trabaja, ocupadas tan solo por una pareja de clientes y un gato que zanganea en una de las butacas, y chasquea la lengua. «Si el ministro dice que el turismo se está recuperando, desde luego aquí no es», afirma este camarero. Cientos de visitantes, sobre todo rusos, siguen llegando diariamente a la ciudad de vacaciones de El-Gouna, a orillas del mar Rojo, atraídos por sus aguas cristalinas y su sempiterno sol, «pero apenas salen de los hoteles, porque vienen con paquetes de 'todo incluido' cada vez más baratos», se lamenta.

Dos años después de la revolución que derrocó a Hosni Mubarak, los turistas comienzan tímidamente a volver a Egipto. Según las cifras anunciadas esta semana por el ministro de Turismo, Hisham Zaazu, 2,86 millones de visitantes viajaron al país de las pirámides en el primer trimestre del año, un 14,4% más que en el mismo periodo del año anterior, aunque en su gran mayoría no pisaron ni los templos faraónicos ni la ribera del Nilo, sino las playas del mar Rojo, un turismo de sol y playa al que no han llegado las manifestaciones ni las revueltas callejeras. Los 11 millones y medio de visitas que se recibieron en 2012 aún quedan lejos, sin embargo, de los 14,7 millones que lo hicieron justo antes de la 'primavera árabe'.

Pero si a corto plazo el objetivo del ministerio es recuperar los niveles de 2010, el Gobierno islamista no pierde de vista los mercados emergentes, y busca ampliar el turismo con visitantes del Lejano Oriente. Egyptair, la aerolínea de bandera egipcia, acaba de ampliar la frecuencia de sus vuelos con Japón, y las autoridades aseguran que están en negociaciones para aumentar las rutas con ciudades chinas y con la capital de Corea del Sur, Seúl. Latinoamérica, a donde el presidente Mohamed Mursi ha viajado esta semana, también está entre sus objetivos, así como Irán, donde Zaazu espera atraer a 200.000 visitantes anuales pese a la oposición de los salafistas egipcios, que ven en los turistas chiíes un peligro para la pureza de la religión del país árabe, de mayoría suní.

Pese a las aún mediocres cifras, los más optimistas recuerdan que el sector turístico egipcio ha conseguido reponerse a otros golpes si cabe más duros, como la oleada de terrorismo integrista que acabó con la vida de decenas de visitantes extranjeros en los 90. Llevó su tiempo, pero años más tarde volvía a registrar datos récord de visitas. Playas puede haber muchas, pero el Nilo que baña los bellos templos faraónicos no hay más que uno.

El Gobierno se enfrenta, sin embargo, a numerosos retos, y fuentes del sector aseguran que entre ellos se encuentran los prejuicios derivados de la propia naturaleza islamista del Ejecutivo. Por ese motivo, Zaazu quiere convencer a los turistas de que el país sigue estando abierto a los viajeros de otras culturas y esta semana ha vuelto a repetir el que parece haberse convertido en un mantra en el ministerio: «el alcohol y los bikinis son bienvenidos en Egipto».

Auge del islam político

Pero el auge del islam político en el país también ha propiciado la creación de otro tipo de turismo, que puede atraer a un nuevo mercado. A pocos kilómetros de El-Gouna, en la localidad turística de Hurgada, un nuevo hotel se inauguraba la semana pasada con la etiqueta de «halal», y aseguraba ser el primer establecimiento de estas características en el que no se serviría alcohol. El primero, ciertamente, no es porque son muchos los hoteles familiares egipcios que no sirven bebidas alcohólicas, pero sí quizás de los pioneros en reservar una zona solo para mujeres, para que las clientas más pudorosas disfruten de su ocio de acuerdo con las normas más estrictas del islam ultraconservador. Los empleados incluso celebraron la inauguración del recinto estrellando botellas de alcohol a modo de lucha contra el «pecado», la bebida 'haram', prohibida por la religión.

Pese a la recuperación que parece estar experimentando el turismo de sol y playa, la situación es dramática en El Cairo y en el valle del Nilo. «La ocupación hotelera apenas llega al 15% en estas zonas. El sur se ha quedado desierto, es desolador», revela a este diario Heba Bakri, miembro de la directiva de la Asociación Egipcia de Hoteles.

Cientos de cruceros permanecen amarrados en Asuan y en Luxor, mientras que en El Cairo, donde aún palpita la inestabilidad social derivada de una transición política complicada, los turistas prácticamente han desaparecido. En el sector denuncian que la inseguridad ha aumentado en las calles, donde la Policía parece haber asumido un papel meramente decorativo, y ello ha contribuido a mantener alejados a los visitantes. En enero, grupos de saqueadores aprovecharon un enfrentamiento entre manifestantes y fuerzas de seguridad para asaltar el hotel Semiramis, uno de los más lujosos de la capital. Los empleados del establecimiento, entre ellos cocineros pertrechados con sartenes y apoyados por manifestantes, tuvieron que defenderse ante la mirada impertérrita de los agentes.

«No sé cuánto tiempo podremos aguantar así», admite Bakri, quien regenta un establecimiento familiar en El Cairo que sobrevive gracias a diplomáticos, empleados de ONG y periodistas que vienen a trabajar temporalmente a la capital egipcia. «Los únicos que parecen tener empleo estos días», afirma la hotelera.

millones de turistas recibió Egipto el año pasado frente a los 9,8 que tuvo en 2011. El incremento todavía está lejos de los 14,7 millones de visitantes que tenía el país antes de las revueltas.