Un té con Harry
El príncipe inicia una gira de siete días por EE UU con la que los Windsor pretenden limpiar la imagen del joven rebelde y poco comprometido
Actualizado:Tiene 28 años bien vividos y unas cuantas portadas de tabloide que a la reina Isabel le han cortado la respiración. Harry regresa a EE UU, de donde partió, no hace ni un año, aquella instantánea en un hotel de Las Vegas posando como Lady Di lo trajo al mundo. Una fotografía que supuso un antes y un después. A partir de ese momento comenzó la enésima campaña para limpiar -o al menos intentarlo- la imagen de quien ocupa el tercer puesto en la línea de sucesión al trono de Inglaterra, por detrás de los príncipes Carlos y Guillermo. A Harry, aquí, en España, deberíamos llamarlo Enrique, por eso de que a los miembros de las casas reales europeas se les traduce el nombre al idioma oficial del resto de países. Pero Harry es Harry. Es internacional.
Y un tipo que cae bien, un chaval que habla con los ojos, un joven del que se puede esperar cualquier cosa y en cualquier situación. Bueno, al menos lo era, porque en sus primeras horas en EE UU Harry se está comportando como un señor. En su primera aparición, programada y más que programada, pese a que la anfitriona del encuentro soltó un «¡sorpresa!» para anunciar su estelar aparición, vistió impecable traje de corte inglés. Atuendo apropiado para un té con la primera dama, Michelle Obama, y sus invitadas e invitados, léase, esposas e hijos de militares.
A estas alturas, sobra decir que a Harry se le ve cómodo en todos los ambientes. Y entre familiares de hombres de guerra, también. No en vano, el príncipe británico permaneció cuatro meses en Afganistán, donde, si alguien lo recuerda, llegó a disparar a los insurgentes. «Es como en los videojuegos», pronunció en una memorable frase -otra más- para su colección de meteduras de pata. Dicen que salió a su abuelo, Felipe de Edimburgo, que ese sí ha regalado anécdotas en sus ya 91 años de vida.
Pero el caso es que, aparte de sonrisas y muchos suspiros entre las jovencitas, Harry no hizo nada destacable. De la Casa Blanca al Congreso, donde recorrió una exposición sobre las minas antipersonas. Imposible no recordar la figura de su madre. Diana estaba entregada a la causa, viajó a Angola para concienciar al mundo y, según transcendió, Harry ha decidido seguir los pasos de la llamada princesa del pueblo. Él, como antes ella, se interesó por el precio de los detectores de minas, los únicos salvavidas que existen para esquivar la amenaza de imputaciones y muertes.
Más tarde, visita al cementerio de los caídos en guerra y recepción con combatientes de Irak. Y para cerrar la primera jornada de viaje oficial, cena en la residencia del embajador británico. Y a dormir, que este viaje pretende mostrar a un príncipe menos golfo y más comprometido con causas nobles. Pero la semana tiene siete días, y los días 24 horas. Así que puede que Harry haga méritos para aparecer de nuevo en estas páginas. Le espera un partido de polo, inauguraciones, visita a los afectados del Sandy... Vamos, que tiene tiempo para liarla.