hoja roja

Diagnóstico diferencial

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La estadística es una ciencia impura. Posiblemente la más impura de cuantas haya creado el hombre, porque no hay nada más fácil de contaminar, adulterar y manipular que unos cuantos datos –para muestra, la encuesta sobre el perfil del ama de casa en este país– puestos sobre la mesa y ordenados de manera interesada. Ahí lo tienen, para el Ministerio de Educación la huelga del jueves sólo tuvo un seguimiento del 20%, para los sindicatos del 72%. Ya ven, no es cosa de un punto o dos, sino de un 52% de diferencia. Pero en cualquiera de los casos, el resultado es válido, porque la estadística es tan humanamente depravada que hasta eso lo tiene previsto, y se defiende explicando los acontecimientos dentro de un contexto, de forma aleatoria o condicional. Siempre he huido de las estadísticas, y más aún del uso perverso que se puede hacer de ellas, sobre todo en temas fundamentales como la educación.

Por eso, las tan traídas y llevadas pruebas de diagnóstico que la Junta realiza cada año siempre me han parecido más una pérdida de tiempo y de dinero, que una herramienta para calibrar en qué medida nos estamos equivocando con la educación de nuestros hijos. Porque desde que se crearon en 2009 hasta el día de hoy, no han variado los planes de estudio, ni la metodología, ni la pedagogía, y tampoco ha variado el lugar que ocupa nuestra Comunidad Autónoma en esas listas que se encargan de decir quien es el más tonto de esta reunión. 500.000 euros son muchos euros, es verdad, para concluir que nuestros niños van a la cola en comprensión lingüística y en destrezas numéricas –más aún si las preguntas a las que los someten tienen fallos, como el caso del octógono que era un hexágono o al revés–, pero lo más grave, sin duda, es la escasa repercusión que esos cuadernillos de 25 páginas y más de tres horas diarias contestando pregunta tras pregunta, a cual más delirante, tienen en los planes educativos. Este año, ya lo sabe, llegó la gota que venía comando el vaso desde hace cuatro años, y el rechazo que generan estas pruebas, cuyo único objetivo –no lo olviden– es generar estadísticas, ha llevado a la filtración de algunos de los exámenes días antes de su celebración y a la insumisión por parte de padres y profesores a realizar estas pruebas que realiza la Agencia Andaluza de Evaluación Educativa –sí, un organismo externo al cuerpo de inspectores de educación, con un presupuesto altísimo– pero que corrigen y evalúan los propios profesores de cada centro. A ver si no es perversión del sistema.

Un disparate, otro más del eterno catálogo de despropósitos en torno a un tema tan fundamental como es la educación. Mientras, la Junta destruye plazas docentes, recorta sueldos, escatima becas, suprime programas educativos… En fin. Y nuestros niños, mientras, rellenando cuadernillos utilizando, fundamentalmente, el procedimiento del diagnóstico diferencial, o sea, el descarte, para que los políticos presenten luego sus credenciales, sus lamentables estadísticas. Animales en peligro de extinción en Andalucía, les preguntaban a los de Secundaria en una de las preguntas, «los que tienen dos dedos de frente» debería haber sido la respuesta, porque esos son los que más escasean en el fantástico mundo de la legislación educativa.

Que se lo digan a Wert y a su Lomce, que si malo nos parece lo conocido, ni les cuento cómo será lo que nos queda por conocer.