La ira del 'diablo rojo'
El escocés Alex Ferguson pone fin a su trayectoria como entrenador tras 39 años, 26 de ellos en el Manchester United
MADRID Actualizado: GuardarEn 1983, el Aberdeen, un modesto club escocés, vivía una temporada de ensueño, casi mágica. El equipo rojo acababa de ganar el único título continental de su centenaria historia, la Recopa de Europa, frente al todopoderoso Real Madrid (2-1, en Goteborg) y además se había clasificado para disputar la final de la Copa de su país. La gente de la brumosa ciudad portuaria, en el extremo norte del Reino Unido, hervía de pasión por su equipo y estaba rendida a los pies de su joven y sanguíneo entrenador, Alex Ferguson.
Aquel 21 de mayo, 60.000 espectadores abarrotaron el estadio de Hampden Park, en Glasgow, para presenciar el duelo copero final entre el Rangers y el Aberdeen. Fue una batalla épica, larga y tensa, que se resolvió en el último suspiro de la prórroga con un formidable gol de cabeza anotado por el delantero del Aberdeen Eric Black: los rojos lograban así sumar un título más y prorrogar su inesperado y feliz paseo por el paraíso.
Cuando el árbitro pitó el final del partido, la afición y los jugadores del Aberdeen estallaron de alegría. Todos cantaban, brincaban, se abrazaban, coreaban himnos, se revolcaban por el césped... Entonces, las cámaras de la televisión escocesa requirieron unas palabras del triunfante entrenador. Alex Ferguson apareció con cara de acelga, como si le acabaran de poner una multa, y ni siquiera dejó que el ingenuo entrevistador le felicitara. Con su acento imposible, escupiendo las palabras, le cortó:
- «Vaya mierda de partido hemos hecho. Algunos de mis jugadores, como Miller o McLeish, parecían ir con ellos. Menuda vergüenza. A mí no me importan los títulos. Esto es inaceptable. En ganar así no encuentro gloria ninguna».
Treinta años después, Alex Ferguson se ha hecho más viejo y mucho más rico. También ha ganado muchos títulos británicos y europeos e incluso ha sido nombrado caballero del imperio británico por la reina Isabel II. Pero sigue conservando su acento escocés, su fe en el socialismo y un carácter de mil demonios.
«Un bastardo aterrador»
«Antes jamás había tenido miedo de nadie, pero... desde el principio él se comportó como un bastardo aterrador. Si no conseguía lo que quería, se volvía feroz, sacudiendo codazos y patadas a diestro y siniestro». Bobby McCulley, discípulo de sir Alex Ferguson en el East Stirlingshire, el primer club que dirigió, no guarda buen recuerdo del entrenador escocés. Otros jugadores lo tienen en mayor estima, aunque todos coinciden en reconocer que su mal genio no es exactamente un mito: «Tenía dos caras. Es cierto que a veces volaban cosas en el vestuario, pero también podía ser encantador», resume Viv Anderson, un lateral derecho inglés que triunfó en el Manchester de los años ochenta.
Desde entonces, las canas no parecen haber calmado el volcánico temperamento de sir Alex, que todavía practica en el vestuario su estrategia favorita de castigo y motivación: el 'secador de pelo'. El nombre metafórico se lo inventó Mark Hughes, un viejo ariete del Manchester y del Barcelona, que lo sufrió en algunas ocasiones. Cuando un jugador lo hace mal o desobedece sus órdenes tácticas, lo llama nada más acabar el partido. Delante de todos, en el vestuario, pega su nariz a la nariz de su víctima, lo mira fijamente, con los ojos inyectados en sangre, y le suelta una bronca monumental, aderezada con gritos, insultos, manoteos y algún que otro salivazo.
Ferguson no se corta ni con sus estrellas. A David Beckham no le perdonó su matrimonio con Victoria, la 'Spice Girl' pija: «Casarse y meterse en el mundo del espectáculo es un problema; su vida jamás será la misma. El fútbol pasará a ser una parte muy pequeña», vaticinó. Ahí empezaron sus problemas con un chaval al que de vez en cuando llamaba «chulo londinense», pero al que casi había amamantado. Un día, enojado con él en el vestuario, le tiró una bota y le hirió en un pómulo. Ni sir Alex ni Beckham han querido hablar jamás de lo sucedido: ni han confirmado que el entrenador le causara esa herida en el rostro ni han desvelado por qué.
Cuando Ferguson se enfada, todo corre peligro: si pilla a mano una bota, la lanza; si está bebiendo té en una tacita, la estampa contra el suelo o se la arroja a un jugador. En una ocasión, según reveló 'The Guardian', sir Alex estaba soltando una bronca monumental a sus pupilos. Irritado con el mundo entero, pegó una furiosa patada al cesto de la ropa sucia y unos calzoncillos sudados cayeron en el rostro de un jugador, cuyo nombre no llegó a trascender. El tipo, aterrado, se quedó con ellos pegados en la cara, sin atreverse a quitárselos, mientras Ferguson acababa su terrible filípica. Cuando se cansó de soltar improperios, el entrenador escocés reparó en la ridícula pinta de su futbolista:
-Y tú... ¿Quieres quitarte esos putos calzoncillos de la cabeza? ¿A qué demonios estás jugando, chaval?. El interpelado tragó saliva, se quitó la ropa interior de un manotazo y calló.
El socialista de Govan
Para entender este impetuoso carácter, tal vez haya que acudir a los orígenes. Las primeras líneas de la biografía de Alexander Champman Ferguson se escribieron en Govan, el barrio de los astilleros de Glasgow. En aquel ambiente proletario y lluvioso, con un cielo siempre ceniciento, Alexander, hijo de un chapista, empezó a dar patadas a un balón mientras trabajaba de operario en una fábrica. Allí le entró la fe socialista, una ideología que todavía defiende con pasión: «Yo nunca olvido mis raíces y mis creencias son las mismas que cuando era un crío», clamó en las páginas del 'Daily Mirror'. De hecho, se ha convertido en uno de los principales donantes del Partido Laborista y en la última campaña electoral prestó apoyo público a Gordon Brown y cargó contra su rival, el conservador (y finalmente primer ministro) David Cameron: «Él solo quiere ayudar a los de su clase. Se nota que estudió en Eton y que luego formó parte de un club derechista de Oxford».
Ferguson no quiere ni oír hablar del nacionalismo escocés, aunque se enorgullece de su horripilante acento y de hablar el incomprensible dialecto de Glasgow, el Glaswegian. Mantiene sus amigos de la guardería y con alguna frecuencia les invita a ver un partido del Manchester y luego se los lleva con sus mujeres a cenar y a cantar a un karaoke: «Me siento muy orgulloso de que, independientemente de cómo nos haya ido la vida, sigamos siendo los mismos tipos con las mismas creencias». Esta cara amable y paternal del monstruo es la que probó, por ejemplo, el barcelonista Gerard Piqué, al que fichó cuando era un juvenil: «Para mí fue un segundo padre. No solo me ayudó en lo futbolístico, sino que hasta se preocupó por buscarme casa».
No es la única contradicción de un tipo al que critican por no saber entrenar y por equivocarse de tácticas, pero que lleva 27 años dirigiendo al equipo más poderoso de Inglaterra. «Como entrenador, hay mil mejores que él. Entrenar no es su fuerte. Pero, ¿manejando a la gente? Ahí no hay nadie mejor», confiesa Peter Schmeichel, portero del United durante ocho temporadas (1991-1999). Sir Alex Ferguson tiene ya 71 años y ha decidido poner fin a su carrera como técnico. Tras 39 años al frente de diferentes equipos, el mítico entrenador abandona los banquillos, pero no el club en el que consiguió tantas victorias. Ferguson empezó a forjar su leyenda en el mundo del fútbol como jugador. En 1957 comenzaba su aventura en el mundo profesional como delantero del Queen’s Park. Su mejor momento llegó cuando en 1967 fichaba por el Rangers, club histórico en Escocia, donde permaneció dos años. Tras 17 años como delantero de distintos equipos, todos de su país, decidió colgar las botas en el verano 1974.
No ser futbolista no significó que Ferguson se desligara de este deporte. El mismo año de su retiro se puso a los mandos del East Stirlingshire, conjunto que actualmente milita en la tercera división escocesa. Los triunfos cosechados en el Aberdeen le abrieron las puertas de un grande de Europa, el Manchester United. En 1986 llegaba el entrenador a la disciplina roja para sustituir a Ron Atkinson. El objetivo marcado no era nada fácil: conseguir que los diablos rojos volvieran a luchar por títulos. Al llegar, Ferguson vio un vestuario destrozado. Denunció que algunos de sus jugadores como Norman Whiteside o Bryan Robson bebían demasiado y estaban deprimidos. El carácter del escocés salió a relucir e impuso una disciplina férrea a sus pupilos.
Tardó cuatro años en hacer un equipo campeón, tiempo en el que estuvo apunto de perder su cargo tras siete derrotas consecutivas, pero en 1990 los diablos rojos conquistaban al FA Cup. Ese primer título fue el primero de los 40 campeonatos que alzó en Manchester United bajo las órdenes de Ferguson. Las victorias más importantes son la Copa Intercontinental (1999), el Mundial de Clubes (2008) y las dos Ligas de Campeones (1999 y 2008). El técnico se marcha después de conquistar la liga inglesa (decimotercera en su palmarés). Deja a un equipo temible tanto en su país como en Europa, con grandes jugadores con proyección de futuro. El escocés seguirá ligado al Manchester United, donde ejercerá los cargos de director deportivo y embajador del equipo rojo.