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CARTAS DE LOS LECTORES

Saber aceptar, saber aceptarse

ALFREDO HERNÁNDEZ SACRISTÁN.
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La verdadera grandeza, es no creerse grande; está en aceptar las limitaciones, sin recurrir a disimulos ni subterfugios. Cuando se llega al puesto en que has sido colocado, y es en la cumbre, cuesta dejar de ser esa guinda que todos ven. Cada cual puede hacer y opinar lo que quiera, pero muchas veces es difícil traspasar una línea sin caer en un lado o en el otro. Resumiendo: Hace falta valentía para hacer lo que se debe sin pensar en dimes ni en diretes; el qué dirán, que muchas veces nos esclaviza.

Hace falta tener una personalidad especial, ser hombre de una pieza, que es lo mismo que hacer lo que pensamos que Dios quiere en este momento de nosotros. Una reciedumbre de la que muchos escaseamos; decir: Hasta aquí hemos llegado, acepto mis limitaciones y pienso que seré más útil a la Iglesia renunciando al encargo que se me confió. Dirigir, pastorear, cuidar de la Viña del Señor, de la que me he sentido desde mi inicio un humilde obrero en Ella. He estado al timón de la Barca de Pedro, timonel de la Barca Petrina; pero las fuerzas me faltan.

Benedicto XVI, sin quererlo, ha sido durante su Sede en el Pontificado un líder sin grandilocuencia ni retórica inflamada. Ha escuchado, ha hablado lo que tenía que decir sin caer en el populismo.

Ha sabido estar, aceptar y aceptarse. Su vocación de servicio se veía limitada. Con la humildad del que tiene convicción bien afirmada. Con esta convicción firme de servicio es la que le ha hecho, en conciencia, retirarse cuando cree llegado el momento de no poder servir a la Iglesia, como la Iglesia quiere y merece ser servida. Muchas gracias, Santidad, Papa Emérito Benedicto XVI. Desde mi inmenso agradecimiento.