La falsa moneda
Un hombre encuentra un billete de 30 euros y, sin darse cuenta ni él ni la cajera a quien se lo dio, lo utiliza para pagar en el supermercado
Actualizado:Lo ocurrido a un alemán no le habría pasado a un español. En eso, los españoles van por delante de los germanos. Ellos no crecieron jugando a las tiendas y pagando con los 'mortadelos' que semanalmente aparecían en cómics que protagonizaban los populares agentes de la TIA.
Según publica el diario alemán 'Bild' un hombre consiguió pagar en un supermercado con un billete de 30 euros, nada más, ni nada menos. No se trata de la versión alemana del timo de la estampita, ni de la máquina de tinta para fabricar billetes.
Este hombre, según narra el rotativo, caminaba por una calle de la localidad de Westfalen y se encontró tirado en el suelo un billete de 30 euros. El papel, el color e, incluso, el tacto era el mismo del billete bueno de 20. El buen alemán pensó que se trataba de un billete de broma, por lo que se lo guardó en el bolsillo. Al poco rato se dio cuenta que se había quedado sin tabaco, por lo que se acercó hasta un supermercado para hacerse con una cajetilla.
Tras saludar entregó uno de los billetes que llevaba a la cajera y se alejó del local en su bicicleta. Cuando la empleada se percató del billete y de que, además le había dado al cliente las vueltas de 30 euros salió tras él. El ciclista, en vista de lo ocurrido y para demostrar que él no es un falsificador, confesó a la Policía su peripecia.
Y es que los agentes de Westfalen no dan crédito a lo ocurrido. Porque, para tratarse de una broma, el papel moneda utilizado para imprimir el billete es «muy bueno», así como las bandas metalizadas del mismo. En todo caso, los agentes sospechan que el papel puede formar parte de una partida empleada para falsificar billetes y el protagonista de esta historia solo es un 'plantón' empleado por los falsificadores para mostrarlo a sus 'clientes'.
Según las fuerzas de seguridad, uno de los mayores retos de los falsificadores de dinero no son ya los sellos o los hilos magnéticos, sino la textura del papel. Las tramas empleadas por las fábricas de la moneda para elaborarlo son cada vez más sofisticadas.
Una década atrás, durante la guerra de Kosovo, los militares españoles que estuvieron destinados en el campo de refugiados levantado en la localidad albanesa de Durres tenían que enfrentarse a los falsificadores a la hora de realizar cualquier compra en establecimientos civiles.
Entonces no existía el euro y el dólar era la moneda de cambio internacional. El problema era que los falsificadores albanos imprimían dólares de pega en un papel bastante conseguido y los endosaban en las vueltas al realizar las compras. Había que estar muy atento, porque al dar la vuelta al billete de cinco dólares -en el que aparecía Lincoln por uno de los lados- la sorpresa era ver a una bella y sonriente señorita en paños menores que anunciaba un local de citas.