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Ratzinger y Francisco. :: R. C.
Sociedad

Ratzinger vuelve sin ruido al Vaticano

La Santa Sede optó por conceder al encuentro un perfil muy bajo para evitar dar la imagen de superposición de poderes pontificios Regresó en helicóptero y Francisco le recibió en su nueva casa, pero el momento de dos papas juntos se redujo a una foto

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Ratzinger dijo antes de dimitir el 28 de febrero que su deseo era desaparecer del mundo, «esconderse», y ayer volvió así al Vaticano, casi sin ser visto, para instalarse definitivamente dentro de sus muros en el pequeño monasterio Mater Ecclesiae, como estaba previsto una vez terminadas las obras de reforma del edificio. Llegó a las 16.45 de la tarde. Francisco le esperó a las puertas de su nueva casa y entraron a rezar juntos en la capilla. No se sabe mucho más del comienzo del inaudito e histórico momento de la convivencia de dos papas en la Santa Sede, porque la decisión fue mantenerlo en un perfil muy bajo. Por respeto a la opción del pontífice emérito y también, o sobre todo, para huir de cualquier asomo de superposición de autoridades, algo que ha suscitado dudas e inquietudes ante una situación única en dos mil años de cristiandad.

Fue un viaje inverso al de hace dos meses, cuando Benedicto XVI abandonó el Vaticano en helicóptero para alojarse en Castelgandolfo, un trayecto de 15 minutos seguido en directo por las cámaras. También entonces hacía historia, pero fue su último instante de protagonismo. La irrupción de Francisco casi ha hecho olvidar a Ratzinger, que entretanto ha cumplido 86 años, y ayer también regresó en helicóptero, pero de incógnito. Solo hubo lejanas imágenes, porque las cámaras lo esperaban en torno a San Pedro. A última hora de la tarde el Vaticano divulgó por fin varias versiones de la misma fotografía: ambos en la puerta del monasterio. Otra vez de blanco y con el detalle siempre señalado del color de los zapatos de Ratzinger, ahora marrones. Se le vio más delgado y avejentado. «Es un hombre anciano, debilitado por la edad, pero no tiene ninguna enfermedad», dijo hace unas semanas el portavoz vaticano, Federico Lombardi. Conviene retener la imagen en la memoria, pues pasará mucho tiempo antes de volver a ver a Ratzinger, o incluso no ocurrirá nunca más y ha sido la última vez. Vivirá en su convento dedicado a orar, estudiar y escribir, y no saldrá de allí.

Mínima expectación

No se sabía bien cómo iba a gestionar el Vaticano la escena del regreso, después de pasar el trámite del primer encuentro entre Francisco y Ratzinger el pasado 23 de marzo, cuando el Papa fue a visitar a su predecesor a Castelgandolfo. El objetivo desde el principio ha sido crear la mínima expectación posible. Había trascendido que regresaría ayer, pero solo por la mañana Radio Vaticana lo confirmó oficialmente. La propia televisión del episcopado italiano esperaba en directo la llegada de imágenes, pero al final cerró el espacio sin saber a qué atenerse. El 'Osservatore Romano', el diario vespertino vaticano, cerró antes su edición, señal de que quería evitar dar la noticia.

El Vaticano se limitó al mínimo imprescindible y solo informó del asunto con una de sus brevísimas notas. Ratzinger volvió acompañado de su secretario personal, Georg Gänswein. En el helipuerto vaticano le esperaba el secretario de Estado, Tarcisio Bertone, que dos meses después aún sigue en el puesto, pese a la lluvia de críticas que ha recibido, y una delegación con el decano de los cardenales, Angelo Sodano, y el presidente del Governatorato vaticano, Giuseppe Bertello. Francisco le recibió «con gran y fraterna cordialidad». Ratzinger, concluía la nota, «ahora está contento de volver al Vaticano», para retirarse «al servicio de la Iglesia sobre todo con la oración». Una agencia italiana le atribuyó una frase: «La casa es acogedora, aquí se puede trabajar bien».

El Papa emérito vivirá con Gänswein y las cuatro monjas laicas del movimiento Comunión y Liberación, llamadas Memores Domini, que le atienden desde que era pontífice. Habrá una habitación reservada para las visitas de su hermano Georg, de 89 años, que también es sacerdote, a quien está muy unido y es su única familia. Ya ocurría en el apartamento papal. También irá y vendrá la asistente de trabajo de Ratzinger, Brigit Wansing, otra laica consagrada. Revisa y transcribe sus textos, y se dice que es la única capaz de descifrar su diminuta caligrafía. Esta nueva vida de Ratzinger, en principio, para él es un paraíso, pues podrá dedicarse por fin a leer y escribir con tranquilidad y traerse la montaña de libros que aún seguía en su antiguo apartamento antes de ser Papa.