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MUNDO

Obama renueva su deseo de cerrar Guantánamo y culpa al Congreso de que siga abierto

La tensión crece en el centro penitenciario, donde un centenar de los 166 presos está en huelga de hambre y 21 son alimentados a la fuerza

MERCEDES GALLEGO CORRESPONSAL
NUEVA YORK.Actualizado:

Más de cuatro años después de que prometiese cerrar Guantánamo, Barack Obama se enfrenta a la frustración de los 166 presos que siguen encerrados en la infame prisión sin haber pasado por un juicio y sin saber si algún día se les hará justicia. Como resultado, un centenar de ellos está en huelga de hambre, de los que 21 están siendo alimentados a la fuerza.

«No me sorprende que tengamos problemas en Guantánamo», admitió ayer el presidente, recordando que él mismo pidió su cierre en 2007, pero culpando al Congreso de que siga abierto. «Sigo creyendo que tenemos que cerrar Guantánamo», afirmó ayer.

A pregunta expresa de un veterano periodista de la CBS, que utilizó para ello la segunda conferencia de prensa que da el presidente este año, Obama se confesó públicamente con un tema que ni siquiera apareció en su campaña de reelección. «Guantánamo no es necesario para la seguridad de EE UU, es caro, ineficiente, daña nuestra posición internacional, disminuye la cooperación de nuestros aliados en los esfuerzos antiterroristas y es un instrumento de reclutamiento para los extremistas», afirmó. «Hay que cerrarlo».

«¿Y?», le insistió estupefacto Bill Plante. «El Congreso decidió que no nos permitiría cerrarlo», se justificó el Premio Nobel de la Paz, que ha preferido concentrar sus esfuerzos en temas más populares, como la reforma sanitaria, el control de armas o la legalización de 11 millones de inmigrantes. «Es difícil defender este caso (ante la opinión pública) porque para muchos estadounidenses lo que no está a la vista tampoco lo tienen en la mente», dijo el mandatario. También él ha preferido mirar para otro lado, pero ayer prometió «volver a ello» porque cree que es «importante».

Si Guantánamo está presente de nuevo en los medios estadounidenses es porque un centenar de sus presos ha decidido que prefiere morir de hambre y de sed a vivir eternamente en ese agujero sin saber siquiera hasta cuándo.

Al menos 86 de esos detenidos, la mayoría yemeníes, han recibido luz verde del Pentágono para ser puestos en libertad. Sin embargo, el Congreso ha determinado que no pueden ser deportados a países donde no existan garantías de que no se convertirán en terroristas. Cuanto más tiempo pasa, más posibilidades hay de que ese odio hacia sus verdugos sea incurable.

En los últimos meses los carceleros les llevan a un cuarto aparte y les obligan a elegir entre un plato caliente o una sonda por la nariz. Algo que de por sí es considerado como tortura por las asociaciones internacionales de médicos.

Los abogados de algunos de los que optan por la resistencia aseguran que los médicos militares utilizan sondas más gruesas de lo necesario, y por tanto más dolorosas. Algo que es considerado como tortura. «No quiero que estos individuos mueran», se defendió ayer el presidente de Estados Unidos.