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Los milagros no existen

Robben, Thomas Müller y Piqué (en propia puerta) anotaron los goles | En la ida venció el equipo alemán 4-0

CRISTIAN REINO
BARCELONAActualizado:

Que la empresa era muy difícil, casi imposible, ya lo sabían los once jugadores del Barça que saltaron al Camp Nou y las más de 95.000 almas que se dieron cita en el coliseo azulgrana. Si encima, el hombre llamado a pilotar la remontada -Messi- se cae del equipo titular y ni siquiera sale a calentar, el empeño ya adquiere tintes dramáticos. Toda una cuestión de fe, que por supuesto no llegó acompañada de ningún milagro. Más bien todo lo contrario. Y es que el barcelonismo soñaba con una noche histórica, una remontada que quedara escrita en los libros de oro del deporte y se encontró con una goleada, 0-3, que sumada a la de la ida (4-0), arrojó un 7-0 muy contundente y sin paliativos. Una humillación para el equipo que ha dominado el fútbol mundial en el último lustro.

Durante la primera parte, el Barça mantuvo una pequeña esperanza, pero en cuanto Robben anotó el primero (en el minuto 48), el castillo de naipes que era el FC Barcelona se derrumbó y el partido se convirtió en un suplicio para su hinchada que tuvo que aguantar los olés de la afición rival. Un palo muy duro para el Barça, que en ningún momento dio sensación de que confiara en la remontada. La idea era clara: hacer pronto el primero y que el partido fuera marcando las posibilidades reales de remontada. Que a medida que fueran cayendo los goles, a los bávaros se les empezaran a aparecer viejos fantasmas relacionados con el Camp Nou. El primero, en 2001 cuando Sheringham y Solskjaer voltearon una final de Champions, que el Bayern ganaba en el minuto 90. Y el otro, menos trascendente, pero más reciente, en 2009, fue un 4-0, en 40 minutos, en la ida de cuartos, en los mejores 45 minutos que quien firma esta crónica ha visto nunca de un equipo de fútbol. Esa era la teoría. Sin embargo, la práctica fue muy cruel: quien demostró que es posible hacer un buen puñado de goles en 45 minutos fue el Bayern. Tras el 0-1 de Robben, se acabó el partido, Tito dio descanso a sus mejores hombres (Xavi e Iniesta) y el cuadro bávaro jugó a favor de viento y goleó a placer a los azulgrana. La imagen de un Camp Nou medio vacío era todo un poema.

Por ello, habrá quien hablará de cambio de ciclo y de que la mejor generación del FC Barcelona ya es historia, porque las dos goleadas encajadas ante los bávaros son sonadas y hacen mucho daño. Son toda una bomba en la línea de flotación del club, que dejan al grupo muy herido al grupo. Pero que nadie se olvide que este mismo equipo puede proclamarse campeón de liga el sábado que viene. Será la tercera liga en cuatro años, de ahí que hablar de punto final para el Barça más exitoso de la historia se antoja algo aventurado. Los títulos continúan, aunque ya no hay la brillantez y la exuberancia de antaño. Los problemas que ha sufrido en defensa, y que ante el Bayern fueron de escándalo, obligan a la institución a mover ficha de inmediato. Lo que sí parece un hecho es que el dominio continental se traslada de la liga española a la Bundesliga. Los que hablaban de final española en Wembley tendrán que reconocer que el campeonato teutón ha dado un enorme salto adelante, que explica, por ejemplo, el porqué de la decisión de Guardiola de probar suerte en el Bayern.

Sin duda que tendrá una papeleta muy complicada, porque superar al actual conjunto bávaro es una tarea titánica. El Bayern ha ganado la liga de su país casi de calle, al Barça le ha eliminado casi sin despeinarse y da una sensación de poderío que asusta. En su caso, hace más cierto que nunca el viejo tópico que dice que el fútbol es un juego simple: 22 hombres corren detrás de un balón durante 90 minutos y, al final, siempre ganan los alemanes. Y el Bayern lo hace, porque Heynckes ha conseguido confeccionar un equipo que practica el fútbol total. Domina todas los registros, pero si en algo se muestra como una escuadra excelente es en su vocación solidaria. Los once defienden, presionan y persiguen a su par y nadie se escaquea en las ayudas. Si a todo ello se le une una preparación física envidiable, la calidad de Ribery y Robben, la potencia de Muller, el trabajo inmenso de Martínez y Schweinsteiger, el resultado es el mejor equipo de Europa.

Aun así y a pesar de las bajas, el Barça intentó, con poca fe, la remontada. Fue durante la primera parte. Lo hizo por honestidad y justicia con un equipo que ha dominado el fútbol mundial en los últimos tiempos, por Tito y Abidal, que lo han pasado muy mal en los últimos meses. Y por el reto en sí. Un más difícil todavía, que les hubiera abierto las puertas de la gloria eterna del barcelonismo.

Pero el fútbol, la mayor de las veces, es un deporte previsible, en el que acaba pasando lo que se espera. El Barça se dejó en Múnich el 99,9% del billete para Wembley y en la vuelta fue un querer y no poder. Con Messi en el banquillo comiéndose las uñas de tres en tres y doliéndose de la lesión muscular que arrastra desde la eliminatoria de cuartos en París, el Barça apenas inquietó al Bayern, que se dedicó a corroborar la exhibición de la ida. Jugando a la contra, destrozó la nave azulgrana.