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Letta arranca con cesiones a Berlusconi, que además guiará las reformas políticas
Defiende la alianza «excepcional» con el magnate y se irá si no logra un «cambio radical del sistema» en 18 meses
ROMA. Actualizado: GuardarEl nuevo Gobierno italiano, una inaudita alianza de derecha e izquierda, terminó de nacer ayer después de dos meses de bloqueo político tras las elecciones de febrero con la investidura de la Cámara de Diputados, a falta del voto de hoy en el Senado, y lo hace casi con dos primeros ministros. Uno oficial del Partido Demócrata (PD), Enrico Letta, que es una incógnita y ayer empezó a dibujar su perfil con sus primeros asomos de carisma, y otro oficioso, en la sombra pero con una fuerte impronta que se nota desde el primer minuto, Silvio Berlusconi. Por decirlo de forma gráfica, para Letta es como tener un caimán debajo de la mesa del despacho.
'Il Cavaliere' devora todo lo que se le pone por delante aunque parezca que se deja acariciar y seguir este pulso será interesante. Dará la medida del temple político de Letta, que puede consagrarse como líder inesperado en un PD hundido por las divisiones internas o ser merendado por el olvido. Ayer se estrenó con un discurso programático en parte muy ambicioso y con tono de momento histórico. Ayudó la conmoción por el tiroteo del día anterior ante ese mismo Parlamento, en el que fueron heridos dos 'carabinieri' por un parado desesperado que quería disparar a algún político.
El deber de los parlamentarios, dijo Letta, es «reconstruir el pacto de confianza de los ciudadanos», recuperar «la decencia y la sobriedad». «Es la última oportunidad de mostrarnos dignos de nuestro papel», advirtió. «El primer partido de Italia, con 11,5 millones de personas, es el de la abstención, o lo comprendemos o la política desaparece», increpó. Como golpe de efecto anunció, para sorpresa de los propios ministros, que no cobrarán sueldo por su cargo.
Impuesto de vivienda
Fueron palabras bonitas, pero hasta que se vean los hechos, porque llevan dos décadas así, la sustancia inmediata de su intervención fue pagar peaje a Berlusconi con varias concesiones. El símbolo, y triunfo personal para el magnate, es su promesa estrella: la abolición del odiado impuesto de la vivienda introducido por el Gobierno técnico de Mario Monti. En la campaña el PD se le echó encima con acusaciones de populismo, pues no había forma de sacar el dinero para financiarlo, 4.000 millones. Porque además quería devolver lo cobrado. Pero ya es una de las prioridades del Ejecutivo: el pago del plazo de junio ha quedado suspendido.
El primer ministro también ha secundado las bajadas de impuestos a las empresas y moderar la agresividad de la sociedad de recaudación de impuestos. Tampoco subirá el IVA. Enumeró varias medidas, sin aclarar nunca de donde saldrá el dinero, y repitió que «con solo austeridad Italia se muere». Hoy viajará a Berlín a explicárselo a Angela Merkel, y luego seguirá hasta Bruselas y París para presentarse en la UE. El hombre de Berlusconi en el Gobierno, el viceprimer ministro Angelino Alfano, dijo encantado que «todo es música para nuestros oídos», y ya está todo dicho. En el PD, sin embargo, había caras amargadas, y eso que Letta es de su partido y tienen nueve ministros, frente a cinco del PDL del magnate. Es inevitable, se sienten incómodos al lado de Berlusconi y con cara de tonto porque ganaron las elecciones, pero solo en una cámara. Pese al temor de disidencias, al final votaron casi compactos el apoyo al Gobierno. Letta empleó a fondo su retórica para dignificar esta convivencia como una oportunidad para superar diferencias y aprobar con amplio consenso las grandes reformas.
El nuevo jefe del Ejecutivo tuvo en este pasaje su mejor momento, sacó una determinación que dio buena impresión. Hizo una autocrítica por toda la clase política que llegó a parecer sincera y dijo que pretende una «reforma radical del sistema» que inaugure la Tercera República italiana. Es decir, cambios constitucionales que agilicen y limpien la vida política. Sobre todo acabar con el bicameralismo perfecto y dejar el poder legislativo en una sola cámara, mientras el Senado se convertirá en una asamblea regional. También se quiere introducir el presidencialismo, el federalismo fiscal, eliminar las provincias y acabar con el actual sistema de financiación de los partidos, un pozo de corrupción. Y por supuesto, cambiar el nefasto sistema electoral, que no garantiza la gobernabilidad, y es responsable del actual desastre. En un órdago suicida, prometió dimitir si en 18 meses no veía resultados palpables en este campo.
Todo ello es un guiño al movimiento Cinco Estrellas (M5S) de Beppe Grillo, a quienes tratará de involucrar de algún modo para normalizar su presencia.