Italia intenta con Letta un Gobierno de unidad y un relevo generacional
Napolitano apuesta como primer ministro por este exdemocristiano para formar un Ejecutivo con Berlusconi
ROMA. Actualizado: GuardarA dos meses exactos de las elecciones generales, Italia puede tener por fin un primer ministro que desbloquee la parálisis política: Enrico Letta. Es el vicesecretario del Partido Demócrata (PD). Como exdemocristiano proviene de su mitad centrista, no excomunista, y es joven para los cánones italianos, sólo 46 años, un cambio notable en términos de imagen. La elección del presidente de la República, Giorgio Napolitano, que Letta aún debe confirmar hoy con una aceptación definitiva tras sondear el apoyo de los partidos, es interesante. Entre Giuliano Amato, curtido exprimer ministro pero asociado a la odiada 'casta' política, y su extremo, el alcalde de Florencia, Matteo Renzi, rampante valor en alza del PD con 38 años pero con poca experiencia, ha optado por una vía intermedia.
Napolitano ha apostado por la línea política moderada de Letta y su talante equilibrado, que le hace idóneo para aglutinar consensos, y por su mezcla de juventud y experiencia. En 1998 ya fue el ministro más joven de la historia reciente de Italia con 32 años y desde entonces siempre ha estado en la retaguardia del centroizquierda. Si finalmente acepta, será el tercer primer ministro italiano más joven. Pero a ver lo que dura. Como admitió ayer, le espera una tarea «que puede superar mi capacidad» en una situación «muy difícil, frágil e inédita». No está nada claro que vaya a tener éxito, y lo primero es ver si logra formar Gobierno.
Lo inédito es el resultado electoral, con tres partidos casi empatados, el PD de Pierluigi Bersani, vencedor pero sin mayoría en el Senado, el movimiento Cinco Estrellas del cómico Beppe Grillo y el PDL de Silvio Berlusconi. Y también intentar una opción inexplorada, imprevisible e inimaginable: un Gobierno de unidad entre el centroizquieda y Berlusconi. Las tres fuerzas son tan irreconciliables que aceptar la realidad ha costado dos meses, una grave crisis en el PD por las divisiones sobre con quién pactar y la dimisión de Bersani el viernes. También ha llevado, por el desacuerdo general para encontrar un sustituto, a rogar a Napolitano que repitiera en el cargo, algo nunca ocurrido antes.
El jefe de Estado, tras tomar las riendas en medio del caos y echar el lunes una gran bronca a los partidos, ha apostado por Letta para forjar un Gobierno de unidad que es una incógnita. Sobre todo por saber si PD y PDL se lo tomarán realmente en serio y no como un engorro mientras piensan en las elecciones. La clave será la lista de ministros, sobre la que ya hay pelea, para medir su grado de implicación y si ya le ponen fecha de caducidad al proyecto. El PDL aseguró ayer que apuestan por un Ejecutivo fuerte y, paradójicamente, hay más dudas sobre la fiabilidad del PD, crispado en sus guerras internas. Napolitano, por si acaso, les volvió a llamar ayer a la responsabilidad y, de forma anómala, incluyó en ello a los medios de comunicación, para que colaboren en la «distensión», una referencia a las guerras de bandos mediáticas de estos años y que aún hoy combaten un Gobierno entre el Partido Demócrata y Berlusconi como si fuera cosa del diablo.
«Emergencia insoportable»
Letta, desde luego, es uno de esos italianos serios. Ayer esbozó un borrador de programa y definió su posible equipo como un simple «Gobierno de servicio al país». Pero adelantó que no nacerá «a cualquier precio», una advertencia a la tentación de condiciones raras por parte de alguna formación, sobre todo de Berlusconi, con sus intentos de aprobar medidas que le ayuden en sus procesos. Letta lanzó como prioridad «la emergencia enorme e insoportable» de los sectores que más están sufriendo la crisis económica, para lo que cree necesario convencer a la UE de que sólo con austeridad no se va a ninguna parte.
Otra de sus misiones es recuperar la credibilidad de la política. «La gente está harta de nuestros jueguecitos», resumió. Pero su objetivo principal será acometer las grandes reformas institucionales de consenso, siempre postergadas, que deben sanear la vida política: reducir el número de parlamentarios; acabar con el bicameralismo perfecto, el idéntico peso de ambas cámaras que obliga a trámites interminables; cambiar el sistema electoral para garantizar la gobernabilidad y evitar que en el futuro se repita al situación actual; y aunque no lo dijo, pero está en el aire, virar hacia un presidencialismo, con elección directa del jefe de Estado.
Es la gran ocasión de Italia, pero también de Enrico Letta. En un momento de vacío en el PD se puede consagrar por sorpresa como nuevo líder del centroizquierda, curiosamente señalado desde fuera por Napolitano, o naugrafar como eterna promesa en otro Ejecutivo italiano frustrante más.
días han pasado desde que los italianos acudieron a las urnas para elegir primer ministro. Dos meses en los que el PD ha sufrido una de sus peores crisis, incluida la dimisión de su secretario general, y Napolitano se ha visto obligado a repetir como presidente de la República ante el desacuerdo general para encontrar un sustituto.