Contra los desahucios de la razón
Caballero Bonald defiende el poder de la poesía «para corregir las erratas de la historia»
Actualizado:Poesía, libertad, razón y esperanza. Sobre estas palabras apuntaló José Manuel Caballero Bonald su discurso de aceptación del Cervantes. El poeta, narrador y memorialista jerezano hizo una encendida defensa del poder curativo de la poesía contra las heridas de la vida y la historia. Reivindicó el poder liberador de los libros, la cultura y la palabra «contra los desahucios de la razón». Lo hizo con emoción contenida en un paraninfo complutense abarrotado de escritores, poetas y amigos que lo arroparon en la histórica jornada en la que recibió el premio Cervantes de manos del heredero de la Corona. En su segundo año consecutivo como máxima autoridad en la ceremonia, el príncipe Felipe, que afrontó junto a la princesa Letizia abucheos y pitos al entrar, destacó el «poder ejemplar» de la obra de Bonald, su eficacia estética, el compromiso ético y la rebeldía y mantenidos durante medio siglo.
Caballero Bonald entró al centenario paraninfo complutense junto a los Príncipes, el presidente de Gobierno, Mariano Rajoy; el ministro de Cultura, José Ignacio Wert, y de la Comunidad de Madrid, Ignacio González. Todo discurrió con fluidez, de manera ágil y sin demoras, en una ceremonia que no sobrepasó los sesenta minutos.
Tras recibir el diploma y la medalla acreditativos, saldó desde el estrado su honda deuda de gratitud con Miguel de Cervantes Saavedra en un discurso medido en el que su seseo jerezano se vio lastrado por cierto envaramiento. Circunspecto evocó el genio poético de su admirado maestro que contaminó de poesía 'El Quijote'. Dibujó el perfil más esquivo, desconocido, marginal y enigmático de un Cervantes al que recordó como un «caminante sin brújula» entre el boato de la Italia renacentista, su cautiverio argelino y la corte encumbrada de Felipe II. Desentrañó al Cervantes más oscuro, «el que no escribe y malvive de oficios indeseados», para agradecerle sus «débitos personales con la poesía, ese engranaje de la vida que tanto amó y que tan exiguas recompensas le proporcionó».
Una poesía que para Bonald «tiene algo de indemnización supletoria de la pérdida» que nos permite «defendernos de la averías de la historia». En el pasaje más sentido de su alocución recurrió a Pavese para afirmar con él que «la poesía es una defensa contra las ofensas de la vida» y reivindicar el poder pleno de la palabra. «Siempre hay que defenderse con la palabra de quienes pretenden quitárnosla. Siempre hay que esgrimir esa palabra contra los desahucios de la razón», insistió.
Con idéntico ardor reivindicó el componente ético de su poesía. «He procurado siempre que mi poética noción del mundo se corresponda con mi más irrevocable ideario. En mi poesía está implícito todo lo que pienso y hay lo que todavía no pienso, que ya es meritorio», aseguró.
Una poesía capaz de curarnos de las heridas de la vida «con su capacidad paliativa y su potencia consoladora frente a los trastornos y desánimos que puede depararnos la historia». «En un mundo como el que hoy padecemos, asediado de tribulaciones y menosprecios a los derechos humanos, de tan deficitaria probidad hay que reivindicar los nobles aparejos de la inteligencia y los métodos humanísticos» señaló.
Elogió la capacidad de la cultura como aliento del pensamiento crítico. «Leer un libro, escuchar una sinfonía, contemplar un cuadro son vehículos simples y fecundos para la salvaguardia de todo lo que impide nuestro acceso a la libertad y la felicidad», planteó. «Tal vez se logre así que el pensamiento crítico prevalezca sobre todo lo que tiende a neutralizarlo», dijo reivindicándose de nuevo como «insumiso y desobediente». «Si como cuenta Aristóteles, la historia cuenta lo que sucede y la poesía lo que debe suceder, habrá que aceptar que la poesía puede efectivamente corregir las erratas de la historia y que esa credulidad nos inmuniza contra la decepción», concluyó.
«Solo una palabra libre puede sacudir letargos y remover conciencias», aseguró el Príncipe en su elogioso repaso a la figura y la obra del premiado. Alabó «su integridad extrema» y «la lucidez y valentía» de «un referente del rigor literario» y «un lúcido que no da lecciones». Su escritura «rica, deslumbrante y articulada por un referente de conciencia ética» es para don Felipe la de «un navegante solitario, resistente a las modas y las actitudes gregarias», que «ha mantenido un constante desafío de infractor».
José Ignacio Wert aseguró que Caballero Bonald es «uno de los artífices de la gran renovación poética que llevó a cabo la generación del medio siglo». Elogió Wert la obra «valiente, duradera y personal», del poeta jerezano, que lo es gracias a una poesía que «redime, salva y libera» y casa las tradiciones culta y popular.