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De patrulla en terreno enemigo

Una columna de 17 blindados entra en un reducto de la insurgencia afgana entre amenazas constantes

MATEO BALÍN
EMPOTRADO CON LAS TROPAS ESPAÑOLAS EN AFGANISTÁNActualizado:

"Tenemos un aviso. Inteligencia informa del robo de un todoterreno de la policía afgana. Si por el camino encontramos una furgoneta blanca con sus siglas le damos el alto. Si atacan, actuamos". Amanece en la base de Qala-i-Nao, al oeste de Afganistán. El teniente Sergio Casla reúne a sus hombres y da la última hora. En las miradas del grupo se atisba tensión. La de hoy no es una salida cualquiera. Rumbo a Sang Atesh por la ruta Lithium, el trayecto donde más ha golpeado la insurgencia talibán.

La columna está formada por 17 blindados y 83 militares. El objetivo es una patrulla de vigilancia y reconocimiento. Una primera fila de siete se adelanta. Es la "vanguardia limpiadora", especializada en supervisar el terreno ante la amenaza de las minas subterráneas, los temidos IED. Se trata de blindados con brazo articulado y rodillo, y la flamante adquisición del Ejército de Tierra, los Husky, dotados de radares terrestres y a los que los soldados llaman "bólidos" porque se entra por el techo después de desenganchar el volante.

El soldado Rodrigo Feijóo encabeza la columna. A sus 23 años, el pontevedrés de la Brilat ha realizado 180 salidas de la base en 192 días de misión. La de Afganistán es su primera operación internacional, y le envían directo a detectar los IED. "Lo peor fueron las primeras salidas. No pegas ojo. Después entras en la rutina y todo se simplifica", admite desde la atalaya de su vehículo. Media hora después parte el grueso del convoy. En él va el brigada Miguel López, de la escuela de zapadores de Alcantarilla. Las 17 toneladas de su RG-31 pisan fuerte las carreteras de la ruta Lithium. Pese a todo, se tambalea como una mesa coja. López, 42 años y dos hijos, maneja la guerra electrónica del blindado. Una mano en un 'joystick' y los ojos clavados en una pantalla. De su pericia depende la integridad de sus compañeros. "Aquí tiran a dar", resume.

Desconfianza

Los 30 kilómetros de Qala-i-Nao a Sang Atesh se recorren en dos horas y media. De tanto bote, el cuerpo se queda rígido como una tabla y solo el casco previene de los chichones. El lento caminar de las máquinas de varios millones de euros contrasta con la marcha ligera de las motos iraníes de los afganos. "¿Quién sabe las intenciones de esa Palmir que nos adelanta?", desconfía el soldado gijonés Adrián Carreño.

Nadie se fía de nadie. En Sang Atesh falleció John Felipe Romero en febrero de 2010. Su BMR pisó una mina anticarro y salió por los aires. Los seis compañeros quedaron heridos. Meses después, dos ataques dejaron tres heridos más y en noviembre de 2011 el sargento cordobés Joaquín Moya recibió un disparo mortal en el tórax.

La planilla de la patrulla que lleva el cabo Fernando Diego marca en rojo estos antecedentes. Es echar una ojeada al papel y abrirse de golpe sus ojos claros. Diego, asturiano de 27 años, desciende del vehículo Lince con su fusil HK y comienza la vigilancia a pie por Sang Atesh con su unidad. Primero abren un perímetro de seguridad 25 metros a la redonda. Y cuando tienen la situación bajo control dan escolta a los jefes, que caminan entre el polvo por la avenida del poblado de adobe. Los niños, atónitos, se sorprenden más por las cámaras de fotos que por la columna de blindados que toma las esquinas principales. Los jovenzuelos se acercan y chocan la mano. Su único temor es la vara de mimbre de los policías afganos.

El teniente Casla, de 36 años, destinado en Pola de Siero, habla con los notables barbudos. Cuanto más blanco sea el pelo más respeto le profesan. "Se ha caído un puente y la carretera está cortada. Hagan algo", le pide un pastún. "Carreteras, necesitamos carreteras, el hospital de Qala-i-Nao está muy lejos", interviene un joven tayiko.

El oficial promete a sus interlocutores que dará traslado de las peticiones. Pero en las caras de los afganos se advierte que ya saben que en pocos meses los españoles se irán de allí para siempre.