Francia, objetivo en Trípoli
Los observadores políticos relacionan el ataque a la embajada gala con la intervención francesa en Malí
MADRIDActualizado:Un potente coche-bomba explosionó a primera hora de esta mañana junto a la embajada de Francia en Trípoli (la capital de Libia), hirió a dos gendarmes de guardia, uno de ellos gravemente, destruyó media docena de automóviles aparcados y causó fuertes daños en la mitad del complejo.
Sin vacilación alguna, todos los observadores políticos han relacionado el ataque con la intervención francesa en Malí, donde el esfuerzo galo ha puesto en fuga o a la defensiva a efectivos islamistas de extracción diversa (el MUJAO, Aqmi o “Ansar el-Din”) que se habían reforzado tras la caída de Muammar al-Gaddafi.
El dictador libio había entregado la responsabilidad final de su seguridad personal y de su familia cercana a elementos beréberes y/o africanos del Sahel muuy bien pagados y armados. Cientos de estos militares/mercenarios, ajenos a las redes tribales estrictamente libias y libres de sus influencias e intereses, se dispersaron en Malí y en otras áreas del Sáhara y su llegada, por ejemplo, explica la rapidez con que en la primera mitad del año pasado ocuparon todo el norte del país, incluyendo las ciudades de Gao y Tombuctú.
Cuando pareció un hecho, en realidad nunca bien comprobado, que la alianza de conveniencia (y después rota) entre los islamistas afiliados a al-Qaeda y la endémica rebelión tuareg que reivindica una autonomía real en el norte del Malí iba a avanzar hacia Bamako, la capital, Francia intervino militarmente.
Éxito militar, complicación diplomática
Su operación fue un rápido éxito militar sobre el terreno, recuperó las ciudades mencionadas y persiguió con éxito a los insurgentes y terroristas hasta sus feudos montañosos más alejados. Los tuareg volvieron a ser lo que eran, militantes con un programa propio, y París, que ve con cierta preocupación la lentitud de los países de Africa occidental en enviar la fuerza conjunta que habían prometido, anunció un calendario prudente de paulatina retirada.
Pero abrió también complicaciones diplomáticas debidas a factores varios, incluyendo el cambio de régimen en la vecina República Centro-Africana que, aunque sin un factor islamo-terrorista presente, obliga a la misma instancia, la Unión Africana, a considerar el envío de más tropas multinacionales, de eficacia dudosa y, por definición, tardías.
En París parecen haber optado discretamente por compatibilizar estos esfuerzos con otros: una asistencia norteamericana a través del Africom (el mando USA para Africa) que se advertido entre nosotros por el acuerdo suscrito con Madrid la semana pasada para alojar permanentemente 500 “marines” y varios aviones de transporte en la base aérea de Morón. No se ha ocultado que su campo eventual de operaciones es el Sahel y, por ahora, su arma preferida el control aéreo del inmenso territorio.
Es en este contexto, amplio y complejo, en el que debe insertarse el atentado contra la embajada francesa en Trípoli. No en el de una eventual represalia de elementos gaddafianos remanentes deseosos de vengar el gran papel francés (su fuerza aérea en particular) en acabar con el régimen de Gaddafi. Es una mano yihadista-saheliana la que, con toda probabilidad, movió el coche y accionó el mecanismo…