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Robben celebra uno de los goles del Bayern contra el Barça. / Kai Pfaffenbach (Reuters)
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El Barça naufraga en Múnich

Los azulgrana, perjudicados por el árbitro, caen con estrépito y solo un milagro les clasificaría para la final

CRISTIAN REINO
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Queda la vuelta y hay que apelar al orgullo y a la épica de un equipo que es único, que ha marcado una época y que ha maravillado al mundo entero con su juego, pero el Barça recibió este martes un palo histórico (4-0) en su visita a Múnich, en la ida de las semifinales de la 'Champions', que le deja casi noqueado y medio eliminado.

Un goleada justa y sin paliativos, si acaso agravada por un par de errores arbitrales, que recordó a la que el mítico Milan de Capello endosó al Barça de Cruyff en la final de Atenas de 1994 y que supuso el hundimiento definitivo del 'Dream Team'. El 4-0 de esta ocasión aún tiene solución, porque todo es posible en la vuelta, el Milan de hecho puede dar fe de ello, porque en octavos perdió una ventaja de 2-0. Aunque el Bayern es distinto y nada tiene que ver con el cuadro lombardo. El conjunto bávaro dejó una sensación de superioridad que asusta. Los alemanes fueron una apisonadora que pasó por encima de un empequeñecido cuadro catalán, que en ningún momento del partido dio la impresión de poder con la eliminatoria. Ni la presencia de Messi, que recibió el alta tres horas antes del inicio del partido, le sirvió al Barça, que empezó a cavarse la tumba a balón parado, un problema arrastrado durante todo el curso y que, contra un equipo muy poderoso en los físico y en las alturas, se convirtió en un muro infranqueable.

El Barça perdió los papeles en los últimos 20 minutos del choque, pero el partido se le puso muy cuesta arriba ya desde la primera parte. Empezó dominando, se sentía cómodo tocando, pero era un control estéril, porque los hombres de Tito Vilanova no llegaban a la meta de Neuer. En parte, porque los bávaros tenían muy bien amarrados a Messi y Xavi, toda una lección táctica de Jupp Heynckes. Sobre todo al argentino, que cada vez que bajaba al centro del campo, se encontraba con dos o tres jugadores que le encerraban sin miramiento. Le diseñaron una jaula a medida que le ahogó. El de Terrassa, por su parte, recibió la presión de Schweinsteiger y Javi Martínez, descomunales en lo físico durante los 90 minutos.

El Barça no llegaba y los bávaros, en cambio, con mucha menos elaboración, se presentaban ante Valdés con relativa facilidad. El Bayern no tenía problema en cerrar con una tela de araña de cinco hombres en el centro del campo, porque en cuanto robaba el balón, lanzaba a Ribéry, Müller y Robben y armaba el taco con Mario Gómez como hombre boya. El drama empezó a mascarse a raíz del primer gol. Fue en el minuto 24 y cayó como consecuencia de un saque de esquina muy mal defendido, que dio opción a una segunda jugada, en la que Alaba le ganó la partida a Alves y asistió de cabeza a Müller, que llegando desde atrás se mostró imparable. El gol desestabilizó el juego de control del Barça y encorajinó a los hombre de Jupp Heynckes, que empezaron a sentirse superiores y vieron el camino abierto. Se vinieron arriba, siguieron explotando el juego aéreo y durante unos 20 minutos pusieron en serios aprietos a los azulgrana, que incluso pudieron cometer un par de penaltis.

El Barça esperaba el descanso como el momento adecuado para el punto de inflexión que nunca llegó. Porque los problemas de la primera parte se reprodujeron en la segunda. Al poco de la reanudación, un nuevo saque de esquina muy mal defendido (¿qué hacían Alexis y Alves cubriendo a Müller?) supuso el 2-0 y el principio del hundimiento. Ante la acumulación de bajas en la zaga sorprendió la presencia junto a Piqué de Bartra, que no ha contado en todo el año, justo en el partido de la temporada. Tito buscaba centímetros, para parar a Mario Gómez y Müller, pero ni así. Con 2-0 y casi toda la segunda parte por delante, el Barça tenía un dilema, o se lanzaba a lo loco o trataba de templar y rezar para hacer el golito que les diera esperanzas para la vuelta. El cuadro culé dio un pase adelante, arriesgó un poco más, pero siguió sin hacer daño, carecía de capacidad de reacción. Con el agravante de que en una contra, en la que Müller hizo falta, porque bloqueó a Alba, Robben hizo el tercero. Por primera vez en mucho tiempo, el once azulgrana agachó la cabeza y no pudo sobreponerse. Estaba herido de muerte y la herida no paraba de sangrar. El 4-0 final de Müller, en otra contra endiablada mató al Barça, que dice casi adiós al sueño de regresar a Wembley, donde escribió su leyenda.