opinión

Un drago más, un drago menos

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Nadie se imagina el susto que me llevé hace unas semanas con lo del Drago. Fue enterarme de que se había caído el Drago y se me descompuso el cuerpo. Mi primer impulso fue salir corriendo, por ver si podía hacer algo. Pero después pensé que qué iba a poder hacer yo. Luego consideré que a lo mejor me podía sumar a los magníficos homenajes que ya se veía desde el primer momento que le iban a caer, pero tampoco es que yo sea un experto en el tema, así que desistí. Y con ese panorama, lo único que me quedó fue pensar en lo mucho que perdía esta ciudad. Afortunadamente, al haberse producido el infortunio en domingo y con las puertas cerradas supe desde el primer momento que no había víctimas que lamentar, por lo que tuve ocasión para concentrarme en el aspecto más poético de esta historia, la de una despedida inesperada e incomprensible.

Pensé en todas esas personas que había cobijado el Drago, a las que habrá inspirado para hacerse gaditanos de provecho. Lo mismo que esos mismos gaditanos habían ayudado a crecer al Drago con su apuesta por él. La verdad es que nunca supe cuánto tiempo llevaba aquí, pero sí que lo recuerdo desde que tengo uso de razón. Cosas de la vida, no me enteré hasta hace poco de cómo había sido ‘invadido’ por el francés, algo que incluso lo había hecho ganar en prestigio y posicionamiento.

Siempre rodeado de chavales por aquí y por allá, lleno de alegría. Una pena vamos.

Total, que al final decidí pasarme por allí para verlo, aunque fuera destrozado, y cuál fue mi sorpresa cuando vi que el Drago estaba intacto. Tardaron poco en sacarme de mi error. No se había caído el Drago, sino el drago. ¿Ah, pero eso era un drago? ¿Y tan importante es un drago? Pues sí, lo es, no lo pongo en duda, ya me lo han dejado bastante claro un montón de eruditos durante las últimas semanas. Y ya te digo, no es que no me de pena, me parece inconcebible, pero peor hubiera sido que se hubiese cumplido mi primer pensamiento.

Si los gaditanos nos partiésemos la cara por defender los servicios públicos, la enseñanza de calidad para nuestros hijos, como la que se imparte en el Drago, el instituto, en vez de rasgarnos las vestiduras por un árbol que ni siquiera sabíamos cómo se llamaba, nos luciría el pelo de otra manera. Ahora sí, llámenme inculto e insensible.