Sindicato patronal
Actualizado:La aplicación de la reforma laboral para despedir a 159 trabajadores evidenció que en UGT-Andalucía se había instalado la incoherencia, de revestirse de patronal, con aquellos que especialmente debía proteger ante el tsunami de despidos que sufre este país, aquejado de una fuerte depresión económica. Desde ese fatídico día 30 de noviembre, que nunca olvidarán 159 familias andaluzas, la central perdió la legitimidad de criticar una norma que había empleado con más rigor que en muchas empresas españolas, donde sus propietarios cierran acuerdos con sus trabajadores para que, al menos, se marchen con mejores condiciones que la propia norma les reconoce.
Esa decisión que acordó el sindicato fue la confirmación de que en la organización que preside en Andalucía Manuel Pastrana, se han adoptado la estética, las formas y maneras de una gran empresa: Ejecutivos con tarjeta Visa, que costean comidas, viajes y gastos que podrían definirse ¿de representación? En la central se ha instalado un sistema jerárquico en la que la cúpula disfruta de unas ventajas y unas prebendas que en la base, los subordinados no tienen.
El discurso que siempre emplean para cuestionar a las empresas cuando se sientan en una mesa de negociación, no es de aplicación para los directivos del sindicato, que viven una situación desahogada incluso cuando la necesidad aprieta.
A la patronal se le exige que adopte todo tipo de medidas alternativas antes de aplicar la tijera de los trabajadores que representan, que reduzcan los gastos de representación, que eliminen los costes superfluos...Unas ideas que cuando les tocó a ellos ponerlas en marcha, optaron por desprenderse de los trabajadores.
Pese a ese proceso de mimetización, existe una gran diferencia entre una empresa y un sindicato: el dinero público. La primera maneja caudales propios; la segunda, utiliza recursos del contribuyente para fines impropios.