INCOMPRENSIBLE E INTOLERABLE
No hay quien entienda cómo Pescanova ha podido estar tan mal gestionada y que su presidente confunda tan burdamente su bolsillo con la caja de la empresa
Actualizado:Habitualmente dedico más atención y emito mayores críticas a las actuaciones de los gobiernos y los sindicatos que a las de los empresarios. Será por afinidad y, supongo que también porque doy más valor a quien hace que a quien dice cómo hay que hacer. Hay países, en épocas distintas y en latitudes diferentes, que han sabido vivir sin sindicatos -aunque también es cierto que algunos han vivido mal sin ellos-, pero es imposible encontrar uno solo en donde hayan florecido la libertad y la prosperidad sin contar con un elenco numeroso de empresarios.
Eso no quiere decir, de ninguna manera, que todos los empresarios sean benéficos para la sociedad, es decir, que generen riqueza, ni que todos sean honrados y la compartan con equidad. Hay muchos malos ejemplos y hoy quería traer aquí uno de ellos que me parece escandaloso. Me refiero a Pescanova. Una empresa que es uno de los líderes mundiales en el sector de la alimentación ligada al mar. Una compañía enormemente internacionalizada que da empleo a más de 10.000 trabajadores en varios países. Una firma de referencia en Galicia y en España, que ha sido puesta como modelo de crecimiento, investigación y diversificación. Y, por último aunque no menos importante, una empresa cuyos productos llevamos a casa para alimentarnos y que todos conocemos.
Bueno, esto ha venido siendo así, pero ahora resulta que el comportamiento de su alta dirección se ha vuelto incomprensible al adoptar una larga serie de medidas intolerables. No hay quien entienda cómo ha podido estar tan mal gestionada como para acumular un volumen de deuda que sobrepasa cualquier nivel razonable y multiplica su beneficio bruto de explotación (ebitda) hasta el delirio. Es incomprensible que la gestión haya sido tan poco transparente que ni los propios bancos que la financian ni los consejeros que la administran conocen con exactitud el volumen real de la deuda. Y son también incomprensibles y kafkianos los episodios vividos con la auditoria que supuestamente supervisa sus cuentas.
Es intolerable que el presidente de la empresa y máximo accionista, Manuel Fernández de Sousa, confunda tan burdamente su bolsillo con la caja de la empresa. También es totalmente rechazable que venda sus acciones justo antes de que el mercado tenga una información de la que solo él disponía y cuyo conocimiento administraba con sumo cuidado, lo que condujo luego la cotización de la acción del cielo al infierno, sin parada intermedia en el purgatorio. Y lo es igualmente la manera de hacerlo, sin informar a la Comisión Nacional del Mercado de Valores en los plazos establecidos por la normativa en vigor.
Que haya utilizado el dinero obtenido para aliviar la financiación de la empresa -aunque solo en una pequeña parte- le podrá conceder una apariencia de bondad personal al hacer de Robin Hood consigo mismo, pero no resta ni un ápice de la gravedad mercantil de los hechos. Las ventas se hicieron de forma sospechosa y sin claridad; y eso es lo punible.
El asunto resulta gravísimo. Lo es para Galicia que puede ver cómo se hunde en sus costas este barco imprescindible para su economía. Lo es para los gobiernos, el gallego y el central, que se enfrentan al duro dilema de tener que ayudar a salvarlo del desastre y hacerlo cumpliendo tanto las leyes mercantiles españolas como las numerosas restricciones europeas. Lo es para los trabajadores que ven cómo peligra su medio tradicional de vida. Lo es para los bancos que se creyeron la historia -ya no- y financiaron a la empresa con generosidad y que ahora pasarán graves penalidades para recuperar su dinero. Y lo es también para los organismos reguladores, en especial para la CNMV, que no pueden mirar para otro lado y dejar pasar sin sancionar este tipo de comportamientos.
La CNMV destaca por su celo represor cuando se trata de sancionar cuestiones menores y de enfrentarse a enemigos pequeños, pero se muestra mucho más cautelosa cuando los problemas conciernen a los grandes protagonistas de la Bolsa española y se trata de reprimir los mayores escándalos. Espero que, al menos esta vez, demuestre lo contrario.