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El ojo que vigila la guerra afgana

Doscientos ordenadores y cuatro pantallas reportan al minuto los ataques contra las tropas aliadas

MATEO BALÍN
EMPOTRADO CON LAS TROPAS ESPAÑOLAS | KABULActualizado:

Por fuera parece un pabellón de deportes o al hangar de un aeropuerto con techos acolchados. Entre el polvo del ambiente y los movimientos de los vehículos militares pasa incluso inadvertido. Sin embargo, tras un breve vistazo a la entrada cambia todo el sentido. Rodeada de imponentes muros de hormigón y una pequeña puerta de paso custodiada por marines se encuentra el Centro de Operación Conjunta de Kabul.

Se trata del cerebro de la misión de la OTAN en Afganistán. El lugar desde donde se reportan todos y cada uno de los ataques contra las tropas aliadas en este país de mayor tamaño que España. Desde allí se transmiten informes de inteligencia o de asistencia técnica a los soldados que están sobre el terreno.

En un primer filtro de entrada al recinto dos militares italianos te auscultan de arriba abajo. Prohibido las bolsas, las cámaras o cualquier dispositivo de grabación. La primera sala de apenas 100 metros cuadrados te recibe con cables tendidos de un lado al otro del techo, ordenadores y mesas en hilera. El ambiente está cargado. Y sólo se escucha el sonido de las teclas. Las miradas de los militares son de desconfianza al extraño.

A paso ligero se cruza un pasillo estrecho que conduce a la “sala de máquinas”, como la denomina el teniente coronel Ruiz. Un espacio cuadrangular de no menos de 500 metros cuadrados, techos altos y decenas de ordenadores y cableado por el suelo. Ocupando toda la pared de la entrada, de cara a los militares, se erigen cuatro pantallas. Reproducen mapas de situación de Afganistán, alarmas de ataques y colores amarrillos y rojos dependiendo de los peligros en cada zona. En la región oeste, donde se encuentra las tropas españolas, marca dos "incidencias" en amarillo.

Fibra sensible

La mayoría de los países que conforman la misión (47) tienen representación en el centro de inteligencia. Se reparten los ordenadores en función de la aportación de efectivos que hacen a la operación. Se les reconoce por las banderitas de cada país.

El comandante Woods, un orondo marine estadounidense, sintetiza de forma amena el trabajo que se hace en la “sala de máquinas”, que recibe material “altamente sensible y confidencial”, comenta. Admite preguntas, pero es parco cuando éstas tocan fibra sensible.

Ahí dentro hay una cosa que llama la atención: el polvo acumulado en el centenar de ordenadores que allí se apilan. Tiene una razón. Es el único área del Cuartel General de Kabul que no tiene limpiadores. "No se puede por la confidencialidad del material. Eso sí, una vez a la semana hacemos zafarrancho y pasamos la escoba", comenta sonriente el teniente coronel Ruiz. Día y noche, 24 horas al día, el cerebro de la misión no descansa.