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Ada de los desahucios
No cree en los héroes y rechaza pelear por el derecho a la vivienda desde un partido, pese a que ya se lo han ofrecido
Actualizado: GuardarEspaña torció el cuello y se fijó en ella el día que, delante de un micrófono, con la voz trémula por la indignación, calificó a los responsables de la banca de «criminales». Ada Colau (Barcelona, 1974) estaba, y está, harta de que los bancos, muchos de ellos rescatados con el dinero de los españoles, el de los ricos y el de los pobres, el del chalet en la Moraleja y el del piso minúsculo en Vallecas, dejen en la calle a familias enteras, a gente sin recursos, a «víctimas de la estafa inmobiliaria». Los desahucios son su pelea. A ellos, o, mejor dicho, a evitarlos, ha consagrado su existencia. Algunos han costado varias vidas en los últimos meses -de ahí que elija el calificativo de «criminal»-, suicidios que han entrado como dagas en la conciencia de casi todos; muchos otros han dado pie a dramas sociales.
Ada Colau Ballano es una barcelonesa de 38 años que salió a la calle por primera vez en 2003, después de la invasión de Irak urdida por el 'trío de las Azores' -Bush, Blair y Aznar-, para abrazarse a un lema que unió a cientos de miles de ciudadanos en las capitales de España: 'No a la guerra'. Allí conoció a gente con sus mismas inquietudes, personas que se planteaban «temas globales en la vida cotidiana». Y se centró en la vivienda porque consideraba que es «el principal factor de precariedad». Aquel movimiento cuajó en 2006 con V de Vivienda, un adelanto, a su manera, del 15-M. Allí conoció a su chico, el padre de su hijo, un niño de dos años.
Esta plataforma, en plena euforia económica, cuando no comprarse un piso parecía ser un síntoma de inferioridad, una debilidad social, denunció que existía una burbuja inmobiliaria, «algo que el Estado negaba». Adelantaron que llegarían los problemas, los impagos, los lloros. Pero nadie reaccionó, nadie quiso detener la fiesta, nadie pensó en la resaca.
Los años pasaron y la burbuja estalló. Ada y otros activistas no se cruzaron de brazos y fundaron, en febrero de 2009, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Juntos descubrieron «una estafa generalizada», la ley que permitía, permite, que los bancos «se queden con la vivienda del que no puede pagar la hipoteca y siga reclamando la deuda de por vida».
Estudiante de Filosofía
Ada lleva varios días sin bajarse del AVE. Barcelona-Madrid, Madrid-Barcelona. Arriba y abajo. Siempre colgada del teléfono. Interesándose por unos, atendiendo a otros. Desde aquel «criminales», que dio paso a una reacción masiva en las redes sociales, la popularidad le cayó encima. «Nunca había pensado que me vería en una situación así, en absoluto. Aquel día -en la Comisión de Economía del Congreso- tuve una reacción intuitiva y natural, no premeditada». Esta exposición inesperada la acepta. Por la causa. Por la publicidad. Pero delimita su territorio público sin concesiones. Cualquier asunto que pueda intuir algo frívolo lo ataja con un hachazo.
- Una activista como usted, ¿ha encontrado algún personaje que le inspire?
- ¿Qué es un personaje?
- Alguna persona que por su filosofía de vida, su pensamiento, sus ideas, le resulte inspiradora.
- No creo en los héroes. Ni en los salvadores. Ahora mismo es necesaria la implicación de todo el mundo. Los referentes son un error cuando toda nuestra democracia está en juego.
Su batalla le resta tiempo con su hijo. Pero le ayuda su pareja, otro activista como ella, un economista con el que vive en un piso de alquiler. Uno de muchos por los que ha pasado. Esta vivienda en Barcelona le cuesta 900 euros al mes. Lo pagan entre el sueldo como economista de su marido y el suyo. Su empleo, en realidad, está en el Observatorio de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en un pequeño despacho de la calle Casp, en Barcelona, una oenegé que lucha por el derecho a la vivienda, a la salud, al trabajo o a la educación.
Atrás quedaron los años de estudiante en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona. Tiempos felices en los que no podía imaginarse en los telediarios, con una legión de simpatizantes -26.000 seguidores en twitter- y abanderando una causa que, afirma citando una encuesta de PAH, respaldan el 90 por ciento de los españoles. El objetivo de la plataforma es doble: la dación en pago y su célebre 'Stop Desahucios', una moratoria en el desalojo.
Los desahucios están a la orden del día: más de 400.000 desde que empezó la crisis. La intervención de PAH ha permitido detener más de 550 ejecuciones hipotecarias. Una victoria dentro de una «guerra difícil» contra el «rival más poderoso», los bancos. Son los «criminales» a los que señala porque mientras España permanecía embriagada «estafaron conscientemente a la gente». Y después, cuando estalló la burbuja inmobiliaria, «robaron el dinero que España no tiene, millones de euros»: Ada critica que el Estado rescatara a los bancos y abandonara a su suerte a las familias. Su denuncia dio pie a un libro: 'Vidas hipotecadas. De la burbuja inmobiliaria al derecho a la vivienda'.
La plataforma se ha ido expandiendo hasta formar un tejido de más de cien núcleos en toda España. «Hay miles de personas implicadas y hay que sumarle los miles y miles de apoyos que recibimos a diario». Ada cree en una lucha que avalan 1.400.000 firmas. Pero desconfía de los partidos políticos. El Congreso de los Diputados debate hoy la admisión a trámite de esta iniciativa popular. Además de la dación en pago retroactiva y la moratoria de todos los desalojos, esta iniciativa solicita la creación de un alquiler social para las viviendas vacías de los bancos que sea superior al fondo de unos 6.000 inmuebles que fue constituido por el Gobierno hace un mes.
Es una tarea imposible si el PP no levanta la barrera. «Sería muy grave y algo inconcebible que votaran en contra de que se admitiera a trámite después de llegar con 1.400.000 firmas. Es inconcebible. Por eso espero que hayan reflexionado y que al menos se abstengan para que prospere. El PSOE, que también estuvo cuatro años dándonos negativas, dice ahora que no votarán en contra, pero no nos los creeremos hasta que lo veamos». La activista catalana ve de nuevo a los bancos moviendo los hilos. «Creo que el Gobierno es víctima de la presión de las entidades financieras».
Reacción ciudadana
No afloja. Tiene a los banqueros entre ceja y ceja. De ahí que no se arrepienta de llamarles criminales, un impulso que le acarreó también algunas protestas. «Lo asumo perfectamente y aún me quedé corta. Creo que fui prudente en los términos que utilicé». De hecho, días más tarde se reafirmó. «Criminales es poco, debería haberles llamado asesinos. Son cínicos, mentirosos y asesinos».
- Desahucios, seis millones de parados, numerosos casos de corrupción... ¿Le sorprende que la gente no se eche a la calle con todo lo que está pasando?
- Se está produciendo poco a poco. El problema es que la gente, hasta ahora, estaba más pendiente de sobrevivir, de encontrar algo de comer, de mantener un trabajo precario, que en movilizarse. El mensaje oficial es que no hay alternativa, pero con iniciativas como la de PAH, que ha evitado muchos desahucios, se está demostrando que sí la hay.
Con un mensaje tan claro, llama la atención que no tome partido, que no intente cambiar lo que le disgusta desde una formación política. Pero no lo ve claro. «No tengo ninguna intención de entrar en ningún partido. Jamás lo haré a título individual, aunque el movimiento tendrá que valorar si lo ve conveniente, pero yo por mi cuenta no porque una persona sola no puede cambiar nada». Y fiel a sus principios, en las pasadas elecciones catalanas rechazó la propuesta de Iniciativa per Catalunya y de Unidad Popular.