PAN Y CIRCO

LA CULPA, SIEMPRE EN EL PALCO

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En el fútbol, cada cierto tiempo, se ven casos extremos de entrenadores que dejan en evidencia a su predecesor. Ahora mismo, en Primera, tenemos un claro ejemplo en la persona de Fernando Vázquez –maldito el momento en que no pudo firmar por el Cádiz por culpa de un problema familiar–. El gallego ha resucitado al Deportivo, que estaba muerto en manos del portugués Domingos Paciência, que no supo o no pudo activar la maquinaria tras reemplazar en el cargo a José Luis Oltra, artífice del ascenso.

Más cerquita, y pasados unos añitos ya, vimos otro caso muy parecido. Fue el del argentino Gorosito, que sustituyó en el banquillo del Xerez, entonces en Primera, al Cuco Ciganda, que más que entrenando a un equipo parecía que se encontraba de vacaciones en la provincia. Recuerdo que aquel Xerez galopaba sin remisión hacia Segunda. Era tan grande el descalabro que nadie podía pensar que el técnico navarro tuviera culpa alguna de tal desastre. Pero hasta que la directiva azulina se sacó de la manga la contratación de Gorosito, un argentino con más pintas de cantaor flamenco que de entrenador. Y, ¡caracoles, qué casi lo salva el de los rizos! El trabajo del ‘Pipo’ aún se añora en Jerez, que a punto estuvo de vivir el milagro de la permanencia. Desgraciadamente, la losa de Ciganda era muy, muy, muy pesada.

Aquí, en Cádiz, en los últimos tiempos, apenas tenemos ejemplos tan notorios como el de Vázquez si exceptuamos a Ramón Blanco, cascarón de huevo, tanto en lo bueno de los 90, como en lo malo tan reciente. Gaucci se dio cuenta del tremendo error y trajo en tres semanas a Agné, que en un par de sesiones en El Rosal arregló el desaguisado. Pero el buen trabajo del maño no está eclipsando demasiado al que hizo Monteagudo. La irregularidad es similar tanto con uno como con otro. La culpa, claro está, ha seguido estando en el palco.