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Sociedad

Valdés recrea en 'La mujer que llora' la pasión tóxica de Dora Maar y Picasso

M. LORENCI
MADRID.Actualizado:

Fue una muñeca rota, quebrada por genios como Picasso, Bataille o Lacan. Dora Maar (París, 1907-1997) estaba también dotada de una genial sensibilidad que le permitió ser uno de los puntales del surrealismo, pionera en la fotografía y musa de otros grandes creadores como Man Ray o Max Jacob. Pero hipotecó su vida y su talento al torbellino pasional de Pablo Ruiz Picasso. Una pasión tormentosa y tóxica que quebró su ánimo y su carrera con un descenso a los infiernos del que milagrosamente podría salir. Tras perder la cabeza y casi el alma, Dora Maar recuperó ambas y sobrevivió al genio que la arrastró a un abismal reino de sombras. Ese doloroso viaje de ida y vuelta a la locura es el que recrea la novela 'La mujer que llora' (Planeta), que ha dado a la escritora cubana Zoé Valdés (La Habana, 1959) el último premio Azorín y que llega a manos de lector ahora que se cumplen cuatro décadas de la muerte de Picasso.

Temía Zoé Valdés que un genio tan potente como el del artista malagueño acabara adueñándose de la narración. «Se quería comer la novela, no podía describirlo sin enamorarme de él y al final acabé reconciliada con la imponente figura de Picasso», admite la escritora, que retrata a Picasso como un ser mezquino, cruel, egoísta y al borde del sadismo y la depredación sexual. Tuvo, con todo, que marcar límites estrictos para centrarse en la Dora Maar que conoció a Picasso con 24 años.

«Me fascinó la obra de Dora Maar como fotógrafa y me pregunté qué encontró en Picasso», dice Valdés, que ha colocado la espina dorsal de su novela en el viaje de apenas ocho días que Dora Maar hizo a Venecia en los cincuenta en compañía de dos amigos homosexuales -James Lord y Bernard Minoret- y en el que tomó la drástica decisión de apartarse del mundo. «En esa semana crucial debió pasar algo extraordinario que le hizo renunciar al mundo, las pasiones y el sexo y abrazar la religión», asegura Valdés.