El duro ataque de los obispos amarga la visita de Rajoy al Papa Francisco
El presidente del Gobierno agradece a Bergoglio la labor social que desarrolla la Iglesia para paliar la crisis
ROMA.Actualizado:Mariano Rajoy padeció ayer en primera persona y de forma flagrante la dualidad que a menudo ha dominado las relaciones entre el Gobierno y el Vaticano, por un lado, y con la Iglesia española por otro. Con la Santa Sede siempre ha imperado la diplomacia, la búsqueda de entendimiento y el tono moderado, incluso en los tiempos de mayor choque con José Luis Rodríguez Zapatero, mientras la Conferencia Episcopal estaba en pie de guerra y con manifestaciones en la calle. Rajoy entró ayer a las 10.40 horas en el Vaticano con la satisfacción de ser el primer jefe de Gobierno occidental que recibía el Papa y con la tranquilidad de que no había grandes problemas sobre la mesa, se reunió con Francisco durante 24 minutos y luego intercambiaron regalos en un clima distendido que dejó la imagen de la camiseta de fútbol de la selección que el presidente entregó al Papa.
Después, casi una hora de reunión con el secretario de Estado, Tarcisio Bertone, junto a los colaboradores más cercanos de ambos. ¿Balance? Cordialidad, visión común en temas generales e incluso agradecimiento del Ejecutivo a la Iglesia por su labor social en España en tiempos de crisis. Las cámaras captaron una frase de Rajoy al Papa: «Esta ha sido una gran alegría, estamos necesitados de ellas». Todavía no sabía lo que le esperaba, porque al salir tan feliz después del mediodía a las calles soleadas de Roma, se enteró del palo de Rouco desde Madrid.
El ataque, lanzado al mediodía en una intervención en la asamblea plenaria de obispos, parecía calculado y no tenía nada que ver con lo que el presidente acababa de hablar con el Papa y Bertone, según la raquítica información facilitada por Moncloa y el Vaticano, pues Rajoy decidió evitar a los periodistas y no hacer declaraciones. Zapatero sí lo hizo en las dos ocasiones que pasó por Roma. Portavoces de Moncloa explicaron brevemente que el presidente y el pontífice hablaron de la «situación económica» de España e «hicieron hincapié en la necesidad de abordar los problemas de forma solidaria» y sin olvidar la «cohesión social».