Nicolás Maduro celebra la victoria junto a su esposa, en Caracas. :: T. BRAVO / REUTERS
MUNDO

Venezuela estrena un presidente débil

El perdedor Capriles exige un recuento que confirme el ajustado triunfo de Maduro y despeje las sospechas de fraude

LA HABANA. Actualizado: Guardar
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Venezuela abrió ayer una nueva etapa con un escenario preocupante. Desmintiendo a la mayoría de las empresas encuestadoras, que sugerían una amplia ventaja, Nicolás Maduro obtuvo una victoria pírrica frente a su principal rival, el opositor Henrique Capriles, quien ganó perdiendo. El Consejo Nacional Electoral (CNE) no está dispuesto a revisar el 100% de los votos y el oficialismo se apresuró ayer a proclamar presidente al heredero de Hugo Chávez. Le espera una papeleta difícil. Gobernará con mayoría en las instituciones pero con la mitad del país claramente en contra, incluidos un millón de chavistas que traicionaron la voluntad del fallecido presidente bolivariano.

La disposición de Maduro de volver a recontar todos los sufragios, como pidió Capriles -«vamos a hacerla, no tenemos miedo, que las cajas se abran y digan la verdad», decía el presidente electo-, no surtió efecto en el CNE. Tampoco varió la actitud de los observadores extranjeros que validaron el sistema electoral. Así, el argentino Carlos 'Chacho' Álvarez, representante de la misión de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) decía ayer que «los resultados deben ser respetados y todos los reclamos deben canalizarse y resolverse dentro de las organizaciones vigentes».

Capriles mantuvo desde un principio que «esto es un mientras tanto», al no reconocer su derrota hasta que no se «cuenten uno a uno todos los votos». Pero ante los hechos consumados del oficialismo, que ayer proclamaba a Maduro presidente en un acto multitudinario en una plaza de Caracas, Capriles anunciaba en su cuenta de Twitter «medidas» sin especificar. «Las acciones que vamos a realizar serán anunciadas al país. Nunca dejaremos al pueblo solo en sus luchas», escribió. En su opinión, el CNE debía haber revisado las denuncias de fraude, las intimidaciones en la calle y en el voto asistido, antes de avalar «un triunfo irreversible».

Que la contienda se presentaba apretada se presintió cuando el presidente encargado -ahora electo- dijo tras depositar su papeleta que aceptaría el resultado a favor o en contra, «aunque fuera por un solo voto». Y una vez que cerraron los colegios, la espera para que el CNE diera su primer y único boletín se hizo interminable. Fueron más de cuatro largas horas. La tensión aumentó con informaciones que hablaban de bandas de motorizados en algunos barrios. Desde los respectivos comandos de campaña pedían calma y esperar por el fallo del CNE.

Poco antes de la medianoche, la presidenta del CNE, Tibisay Lucena, informó que con el 99,12% de las actas escrutadas y una participación del 78,71% (menor que el 7 de octubre, que superó el 80%), Maduro obtenía el 50,66% equivalente a 7.505.338 votos y Capriles se quedaba en el 49,05% con 7.270.403. La diferencia fue de apenas 1,57%, es decir, 234.935 votos.

El abogado antichavista y gobernador de Miranda dijo que «la paz y el futuro de Venezuela está en que se conozca la verdad». Enfático, Capriles rechazó las informaciones según las cuales había pactado con Maduro. «Yo no pacto ni con la mentira ni con la corrupción. Mi pacto es con Dios y con los venezolanos». El opositor agregó que no pactaría «con la ilegitimidad, con aquellos a los que considero que no son legítimos», y recordó que el resultado del CNE se había presentado «sobre la base de 3.200 incidencias». Es el número de irregularidades detectadas por el partido de Capriles el domingo pasado en el desarrollo de los comicios, recogidas documentalmente.

«El derrotado hoy es usted (Maduro) y su Gobierno, y lo digo con toda la firmeza, con todo el compromiso, con toda la transparencia», aseveró Capriles, quien reivindicó que «la voz del pueblo es sagrada y se respeta. La palabra del pueblo vale todo».

Maduro dijo ante sus simpatizantes que habían logrado «un triunfo electoral justo, legal y popular». Pero no le va a resultar fácil gobernar a un país partido en dos. Por una parte, tendrá que soportar las denuncias de fraude, de ventajismo político por abusar de los recursos del Estado tanto en fondos como en espacios obligatorios de retransmisiones televisadas en canales oficiales y privados, obligados a conectarse a la cadena nacional en actos gubernamentales.

Incluso le reclamarán la victoria, porque ha sido elegido después de haber sido designado «heredero» -sin los méritos necesarios salvo el de su fidelidad a prueba de bombas al fallecido presidente-. Las urnas también han ratificado que casi el 50 % de los venezolanos no están dispuestos a refrendar el 'Socialismo del siglo XXI'. Por eso sería un suicidio si intenta radicalizar el movimiento, o seguir financiando con petróleo a países extranjeros. A eso se suma una situación económica extremadamente delicada, con una inflación del 20 %, escasez de alimentos, apagones, devaluaciones y la baja de los precios del petróleo.

La analista Argelia Ríos escribía ayer en el diario El Universal «Al 'proceso' le ha llegado el momento de reconocer a sus adversarios y de valorarlos como una fuerza poderosa e indeclinable, a la cual no se le puede despreciar. De eso depende lo que vendrá en adelante: de eso depende la vida de este sexenio... si es que esto no acaba antes».