La batalla de la 'Panto'
El público fiel, militante y hasta furibundo de Isabel Pantoja se somete ahora a un nuevo acto de fe
Actualizado: GuardarDe viuda de España a presunta delincuente. En poco más de veinte años, la imagen de Isabel Pantoja ha experimentado un giro de 180 grados. De joven de insobornable virtud, que llegó virgen al matrimonio, a declarada amante de un hombre casado. De icono de las más rancias esencias, a formalmente acusada de un delito de blanqueo de dinero. De mujer rotunda y libre a ciudadana en libertad condicional...
Isabel Pantoja ha contado siempre con un público fiel. Más que fiel, devoto, furibundo, que se siente en el deber de defenderla a capa y espada. Pero este último escalón en su descenso a los infiernos jurídicos, y de rebote mediáticos, es una prueba de fuego definitiva para sus incondicionales. Porque seguir creyendo en su impecable inocencia constituye, más que una militancia, todo un acto de fe.
Isabel Pantoja Martín vino al mundo el 2 de agosto de 1956, en la barriada sevillana de San Gonzalo. Nació con estrella y al mismo tiempo estrellada, porque su vida ha estado jalonada en igual medida por el éxito, el infortunio y el escándalo. Si bien en los últimos años el escándalo ha superado con creces al éxito y al infortunio.
Ya era una tonadillera querida y admirada, por su temperamento escénico, su chorro de voz, su sonrisa todavía inocente y el arte con el que movía la bata de cola, cuando media España se enamoró de ella a la vez que Francisco Rivera, Paquirri. Desde entonces, cada paso que ha dado en la vida, cada golpe que ha sufrido, ha sido fotografiado, comentado, analizado al milímetro y sentido por sus más fervientes fans como algo propio.
Muchas de sus incondicionales "enviudaron" con ella cuando aquel toro le robó la vida a Paquirri, en Pozoblanco, el otoño de 1984, y se vio de pronto sola, madre de una criatura de meses, pero sola, a los 28 años. Su vuelta a los escenarios, ya recuperada de la depresión, fue un acontecimiento multitudinario, un 'must' que no se quiso perder ni la Reina de España. Pantoja era entonces la reina indiscutible de los escenarios.
Pero a partir de ahí, por alguna razón incontrolable, todo empezó a ir cuesta abajo. Su "algo más que una bonita amistad" con Encarna Sánchez dio pie a todo tipo de parodias. Su posterior afinidad con María del Monte, de la que se convirtió en inseparable, echó aún más leña al fuego sobre la presunta bisexualidad de la que había sido hasta entonces viuda de España. La adopción de su hija Chabelita, en Perú, y todo el cúmulo de irregularidades jurídicas a que dio lugar, generó de nuevo ríos de tinta y cataratas de sospechas. Pero nada comparable al cataclismo que se desató el día mismo en que Isabel Pantoja puso el pie en Marbella con la declarada intención de convertirse en imagen pública de ese municipio y quizá el secreto anhelo de llegar a ser también la 'primera dama' de su Ayuntamiento.
Epidemia de corrupción
Si aquella ventosa tarde de finales de 2002 se hubiera desatado un huracán en Marbella, no un huracán, un destructivo ciclón con su correspondiente 'tsunami', los daños sufridos por esa ciudad de la Costa del Sol no habrían sido tan devastadores, cuantiosos ni dañinos como los que ha provocado la epidemia de corrupción política y económica que ahora intenta desentrañar la 'operación Malaya', cuyo saldo desolador contabiliza ya casi cien imputados, entre los que figura Isabel Pantoja.
Los más recalcitrantes 'hooligans' de la Pantoja, que han justificado que le "robara" el marido a Maite Zaldívar -por ironías del destino, ambas compartieron la misma fianza de 90.000 euros y ahora el mismo banquillo-, que incluso han entendido que se enamorara de un hombre tan malencarado como Julián Muñoz, que han pasado por alto que la enamoradísima Isabel sólo haya ido dos veces a visitarlo a la cárcel, que comprendieron en su día ese comunicado de autodefensa en el que ella se desmarcaba de él en plan "si te he visto no me acuerdo", que hasta serían capaces de partirle la cara a quien se atreva a criticar la errática y disipada trayectoria vital de Paquirrín, se enfrentan ahora a un nuevo reto, el de creer a pies juntillas que su idolatrada Pantoja nunca tuvo el menor conocimiento de las corruptelas municipales marbellíes. Y eso, pese a la condena de hoy, que la considera culpable de un delito de blanqueo de capitales. A ver cómo se lo toma su público.