Sociedad

Francisco empieza la revolución

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El Papa Francisco sabe para lo que le han elegido y no ha querido perder tiempo ni andarse por las ramas. Ayer, justo al cumplirse un mes de su elección y tras dos semanas de tranquilidad para pensarlo un poco, después de los ritos de Semana Santa, anunció el inicio de la gran revolución que todos estaban esperando, la reforma en la Curia y el gobierno de la Iglesia con una especie de 'consejo de ministros' que le ayudará en ambas tareas. Fue, como de costumbre, a través de un comunicado lacónico: «El Santo Padre Francisco, retomando una sugerencia emergida en las congregaciones generales precedentes al cónclave, ha constituido un grupo de cardenales para aconsejarle en el gobierno de la Iglesia universal y para estudiar un proyecto de revisión de la constitución apostólica 'Pastor Bonus' sobre la Curia romana». La 'Pastor Bonus', de 1988, es el ordenamiento actual de la Curia, retocada por última vez por Juan Pablo II.

Las tres ideas están muy claras. Una, que esta prioridad fue un clamor en las reuniones previas al cónclave y termina una época de primado absoluto del pontífice. Dos, que el Papa ya no gobernará solo y este 'grupo', aún sin nombre concreto, se puede convertir en una especie de directorio o 'consejo de la corona', como le está llamando la prensa italiana, en el que Francisco se apoyará para tomar decisiones. Es la famosa colegialidad en el gobierno de la Iglesia, tan debatida y siempre pendiente desde el Concilio Vaticano II, hace medio siglo. Es más, entonces se habló exactamente de un órgano episcopal de gobierno cercano al Papa como el perfilado ahora. Y tres, este grupo abordará también la reforma de los despachos romanos, atascada desde Pablo VI y que con Benedicto XVI había llegado al colapso, culminado con el escándalo 'Vatileaks' y las guerras internas que delataba. En resumen, se consagra un principio que se ha abierto paso tras el largo pontificado de Juan Pablo II, muy personalista y que ocultaba un total desgobierno de la Curia, acentuado en su declive físico final, y que ha quedado patente con la fragilidad de Benedicto XVI: el peso de dirigir una Iglesia globalizada no puede recaer sobre un solo hombre. Es lo que ha venido a decir Ratzinger con su dimisión.

Este nuevo organismo, adelantó la nota, tendrá su primera reunión del 1 al 3 de octubre, pero el Vaticano subrayó que Francisco «está desde ahora en contacto» con estos cardenales. El grupo elegido tiene la huella de Bergoglio, todos son ajenos a la Curia y aunque representa a los cinco continentes es evidente el predominio americano, con tres cardenales: uno latinoamericano, el chileno Errázuriz, otro estadounidense, el 'papable' O'Malley, y además el hondureño Rodríguez Maradiaga en funciones de coordinador. También, a fin de cuentas, hay tres europeos, pues al alemán Marx se suman los italianos Bertello, presidente del Governatorato vaticano, que representa la autoridad del pequeño estado, y el obispo de Albano que actúa de secretario, un viejo conocido del Papa. Aún no se ha aclarado la periodicidad de sus reuniones.

Provisionalidad

Si el Papa ya está «en contacto» con este directorio quiere decir que, en la práctica, ya ha empezado a consultarles. Toda la estructura de gobierno romana queda prácticamente en suspenso, en una fase de provisionalidad, la Curia parece llamada a pasar a segundo plano y sobre todo puede quedar relegada la secretaría de Estado. No obstante, el próximo paso de Francisco deberá ser sustituir a Tarcisio Bertone, muy cuestionado y símbolo de la decadencia final de la Curia con Ratzinger, apuntillada por el escándalo 'Vatileaks'. También se barajan nombres en la estela de Bergoglio: el franciscano brasileño Claudio Hummes, el 'papable' canadiense Marc Ouellet o Pietro Parolin, un italiano de 58 años, muy joven para el Vaticano, actual nuncio en Venezuela. Otro nombre a considerar es uno de los miembros del nuevo organismo, Giuseppe Bertello, apreciado por el Papa y que como nuncio en México ayudó a limpiar los Legionarios de Cristo. Aunque el hasta ahora número dos del Vaticano puede claramente dejar de serlo, eclipsado por la nueva comisión cardenalicia. Todo está en discusión.

El portavoz vaticano, Federico Lombardi, matizó el papel del nuevo organismo: «Se trata de un grupo, no de un consejo o una comisión, y es consultivo, no de decisión».