De la grandeza a la dejadez
Tras su exhibición inicial, el Madrid permitió crecer a un corajudo Galatasaray que le asustó en la segunda parte con tres goles en un cuarto de hora
Actualizado:El Madrid fue un equipo ciclotímico en la caliente Estambul. Representó a la perfección el extraño caso del doctor Jekyll y mister Hyde. Fue un bloque generoso, muy profesional, con pinta de campeón, en su puesta escena, pero luego se fue dejando llevar y acabó manchando su escudo y su camiseta pese a que jamás sufrió por la eliminatoria, ni siquiera cuando a Drogba le anularon un gol, por claro fuera de juego, que hubiera sido el 4-1 para los turcos a falta todavía de diez minutos para el final.
El club más laureado del mundo no solo está obligado a eliminar al Galatasaray, máxime después del 3-0 de la ida, sino que debe hacerlo con cierta grandeza en el segundo asalto. Es cierto que el equipo de Fatih Terim, orgulloso y corajudo, se transformó tras el descanso por su deseo de vencer y de caer eliminado con honra, pero no es menos verdad que la actitud de los merengues ya no fue tan profesional. Los goles de Eboué, Sneijder y Drogba en apenas un cuarto de hora dejaron casi en anécdota los dos tantos de Cristiano, uno al principio y otro al final, y enturbiaron la clasificación de este Madrid que perdió una excelente ocasión para acabar con su maldición de Estambul, donde sigue sin vencer, y de meter el miedo en el cuerpo al resto de semifinalistas. Repitió el resultado de hace 12 años.
José Mourinho puede ser un tipo egocéntrico, engreído, lenguaraz y hasta borde, pero nadie, ni tan siquiera el peor de sus enemigos, puede discutirle su enorme capacidad para motivar a su tropa, incluso a esos soldados que se le rebelan entre batalla y batalla. No es por casualidad que el técnico portugués jamás haya caído en cuartos de final de la ‘Champions’, ni con el Oporto, ni con el Chelsea, ni con el Inter, ni con el Real Madrid, y que, bajo su mando, los blancos se hayan clasificado para su tercera semifinal consecutiva de la máxima competición continental. Antes de aterrizar ‘Mou’ en Concha Espina, el discurrir europeo de los merengues en los últimos años había sido calamitoso.
Supo el de Setúbal persuadir a sus jugadores sobre la necesidad de no salir relajados. A base de charlas, de vídeos como el de ese Inter-Tottenham en el que los italianos llegaron a igualar un 3-0 adverso en la ‘Europa League’ y de reservar titulares ante el Levante, logró su objetivo de mentalizar a la plantilla. Quizá la decisión de citar a cuatro porteros para la cita de Galata, también tuvo que ver con una cuestión de preparación mental en el trabajo de grupo. Pese a las sanciones a la carta de Ramos y Xabi Alonso, demostrativas de que en su fuero interno ‘Mou’ no temía por esta visita, el luso se empeñó en demostrar que no era cuestión de viajar a Turquía para hacer turismo.
El Madrid se presentó con Essien en el lateral derecho en detrimento de Arbeloa, igual que en la ida, con Pepe al final de titular pese a sus molestias musculares, y con Khedira y Modric en el eje del centro del campo. Más allá de los protagonistas, destacó la forma de salir a presionar en bloque a los turcos, de no dejarles disfrutar de la iniciativa y poder soñar con uno de esos milagros que, como dijo su técnico, Fatih Terim, en la víspera, de cuando en cuando se dan en el cambiante y loco mundillo del fútbol. Salida que permitió marcar enseguida, dejar boquiabiertos a los hinchas turcos y desterrar todos los tópicos que rodean estos choques. Si es cierto aquello del ‘infierno turco’, en siete minutos apenas quedaban cenizas. Y que venga Dios y lo vea si el estadio más ruidoso del mundo era entonces el nuevo Türk Telekom Arena, nuevo estadio del club más rico de Turquía desde la demolición del viejo Ali Sami Yem hace dos años, para construir tres torres de viviendas y oficinas. El gol de Cristiano estuvo en el límite del fuera de juego pero fue una maravilla. Özil hizo magia, Khedira asistió a Ronaldo y el de Madeira machacó en boca de gol.
Cristiano iguala a Di Stéfano
Las estadísticas del portugués crecen en progresión geométrica. Son brutales. Se consolida como máximo goleador de esta ‘Champions’, con 11 tantos en diez partidos, supera a Schevchenko y se pone a la altura de Di Stéfano.
Con 0-1, el partido parecía finiquitado. No podía ser más explícito el gesto de resignación Fatih Terim junto al banquillo. ¡Ya no queda nada por hacer!, vino a decir. Marcarle cinco goles a un Madrid que en sus ocho derrotas de este año siempre perdió por uno de diferencia, era impensable. Quedaban 83 minutos por delante, pero, aparentemente, ya no había mucha más historia. El primer contratiempo para los blancos se produjo con la lesión de Essien, a la media hora. Un problema muscular le dejó seco. Arbeloa se convertía en el segundo español del equipo, junto a un Diego López que en todo el primer tiempo solo tuvo que intervenir para atajar un disparo de Sneijder. A partir de ahí, el Madrid sí pensó en citas futuras.
Pese a todo, Cristiano, siempre CR7, dispuso de una ocasión pintiparada para marcar el segundo en el comienzo de la segunda mitad. Pero falló lo que jamás suele perdonar. Los turcos se vinieron arriba, ahora sí espoleados por un estadio encendido. Le pusieron un par de marchas más al partido y le hicieron la noche menos confortable al rival. Su reto era vencer al club más laureado del mundo. Y a fe que lo lograron. El golazo de Eboué -el lateral marfileño lanzó un disparo soberbio con el empeine exterior desde fuera del área-, desató la locura. Sneijder falló a puerta vacía antes de anotar con su conocida clase ante la tímida salida del portero. Un minuto después, Drogba puso un puntito de emoción. Ya en el descuento, con Arbeloa ya expulsado, Cristiano maquilló la derrota. Luego, lanzó un aviso a sus compañeros. «Los partidos duran 90 minutos». Un tópico que no se cansa de recordar también ‘Mou’.