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La infanta, en Barcelona./ Archivo
PERFIL

La infanta que quería vivir su vida

Doña Cristina se marchó muy joven a Barcelona, donde encontró trabajo y formó una familia

ALFONSO R. ALDEYTURRIAGA
MADRIDActualizado:

Dicen que Felipe de Bélgica la pretendía, también que estuvo en la agenda de Alberto de Mónaco. Pero ella, Cristina Federica de Borbón, se prendó de un balonmanista español. Nada de príncipes con corona. La segunda hija de los Reyes de España siempre fue la infanta independiente. Tras una educación en palacio, decidió emprender sola el vuelo e instalarse en Cataluña. En Barcelona encontró y formó su hogar. También un trabajo. También una empresa, una fundación, por la que ahora deberá responder ante la Justicia. Se marchó a la Ciudad Condal para disfrutar de la privacidad que en Madrid no tenía. Allí podía hacer una vida más o menos normal, siempre teniendo en cuenta que no ayuda lo de ser un personaje público. Los primeros años en Barcelona los vivió con su prima Alexia. No una prima más. Su mejor amiga también. Probablemente ella sea ahora uno de sus grandes apoyos. Ya lo era cuando imputaron a Iñaki Urdangarin, dado que el marido de la hija de Constantino de Grecia atraviesa por un proceso judicial similar.

En Barcelona, Cristina tuvo la oportunidad de seguir practicando la vela, deporte que la llevó a ser abanderada española en Seúl. Fue en otro juegos, en los de Atlanta, en los que conoció a Urdangarin. El primer encuentro permanece en el archivo de TVE. Las infantas Elena y Cristina están siguiendo el partido de balonmano de la selección española. Gana España. Y se saludan. Urdangarin hace una broma. Cristina la ríe. Y ahí surgió todo. Se casa totalmente enamorada. En Barcelona, dónde si no, y en régimes de separación de bienes, como todos los matrimonios que se celebran en Cataluña. Y forma la famila soñada, de cuatro niños rubios. Todo son parabienes para el nuevo matrimonio, para la nueva familia. Él, el supuesto yerno soñado. Deportista, guapo y por lo que parece también emprendedor. Todo va sobre ruedas. Sus apariciones públicas cada vez son menores, también empujada por la llegada de doña Letizia, a quien la Casa Real decidió dar un papel protagonista teniendo en cuenta que, llegado el día, se convertirá en reina de España.

Pero doña Cristina, siempre que la ocasión lo requería, aparecía sonriente, relajada, feliz. Su transformación física desde que se casó con Urdangarin fue más que evidente. Adelgazó varios kilos y siempre apostaba por Lorenzo Caprile o Jesús del Pozo para las grandes citas a las que acudía como infanta de España. Pero saltó el escándolo. Bueno, más bien, primero llegó el adiós a la rutina, la marcha a Estados Unidos, más bien la huída, y luego el escándalo. Su marido, imputado. Apartado de cualquier actividad de la Casa Real por su "comportamiento no ejemplar". Volvieron a España, pero las cosas no hicieron más que complicarse. Tanto que han acabado con su imputación por las operaciones nada claras de Nóos. Queda por saber si también ella será apartada de la Casa Real. De la Familia Real parece evidente que no. Cuenta con el respaldo, nunca lo ha perdido ni ella ni su marido, de la Reina, también de la infanta Elena. Y por lo visto, del Rey. Quienes muestran una actitud más fría hacía ella son los príncipes de Asturias, aunque en Navidad hubo la ocasión de ver a doña Letizia junto a doña Cristina, también la Reina y la infanta Elena, acompañadas de sus respectivos hijos, en el espectáculo de 'Sonrisas y lágrimas'.