Tuya, mía
Actualizado:La mala relación, o mejor dicho, la falta de entendimiento entre el Ayuntamiento de Cádiz y la Delegación Provincial de Cultura de la Junta de Andalucía debe de ser casi tan viejo como el drago de Bellas Artes. La muerte y posterior atisbo de resurrección del árbol bicentenario lo ha vuelto a poner de manifiesto, como ya ocurrió anteriormente con los cañones de Canalejas o las obras del Teatro Romano. Como no es nada nuevo que estas situaciones sean empleadas por unos y otros como arma política, excusa para el reproche y, después de todo eso... para nada. Porque casi nunca las reprimendas públicas sirvieron para algo, puesto que el mal ya estaba hecho. Un perjuicio por inacción. Por no discutir para construir previamente, por no saber poner el parche antes de que sangrara la herida. El ejemplar de la academia del Callejón del Tinte yace así, ahí, maltrecho. A la espera de una medicina que le reviva, cuando podía haber sido vacunado para hacer frente a su enfermedad. Sean cuales sean las causas que la hayan provocado, éstas pudieron ser atajadas antes. Por unos, pero también por los otros. Y por nosotros. Porque los verdaderos males endémicos de esta ciudad, de este país, son la desidia y la cobardía. La nula conciencia política de los políticos, pero igualmente la de los ciudadanos. Desde este pasado sábado, hemos oído demasiadas veces que la ‘caída’ del ejemplar arbóreo es una metáfora de Cádiz, de su hundimiento. Pero en realidad, poco se ha dicho a cerca de sobre quienes recae la responsabilidad de su sostén. Nadie se ha dado por aludido. Ninguno de los que debemos denunciar, luchar, reivindicar, hostigar, y nunca callar.
Sin quitar hierro al hecho de que desproteger un bien como el drago bicentenario es un delito, la lectura que deja el luctuoso suceso es que todos pasamos de lo que ocurre a nuestro alrededor. Mientras lució enhiesto, en el patio de la facultad, aunque con síntomas de envejecimiento, poco se hizo por él y ahora se lamenta su posible muerte.
Que sirva para desconfiar de los que dirigen la gestión pública, pero también de nuestra conciencia como habitantes de este planeta.