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A propósito del castillo

Felicidad Rodríguez
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Hace apenas unos días que esa joya que es el Castillo de San Sebastián se abrió para el disfrute de propios y extraños. La magnífica exposición de Vera Borja y de González- Santiago, además de ofrecer una muestra fotográfica singular, sirvió para demostrar, una vez más, que Cádiz es la más americana de las ciudades del Viejo Continente como, también, para poner de manifiesto las posibilidades de ese enclave único que es la fortaleza que ocupa el espacio que una vez fue el antiguo templo de Cronos. El convenio firmado entre el Ayuntamiento y el Ministerio nos da la oportunidad de poner en uso y valor un castillo, situado en una ubicación privilegiada, y que nada tiene que envidiar a famosas fortalezas publicitadas en numerosos medios como motivo de atracción para visitantes. Posiblemente, el hecho de la propia cotidianeidad, el estar tan acostumbrados a ver diariamente el marco que nos rodea, no nos hace ser conscientes de la belleza y de las posibilidades que tiene esa ciudad única en el mundo que es Cádiz. Pero, a poco que hayamos viajado más allá de nuestras fronteras, podemos darnos cuenta que vivimos en una ciudad realmente hermosa, en un entorno excepcional y con unas posibilidades enormes de atracción turística y para otros menesteres. No se trata de comparar, pero si el Mont Saint Michel tiene su encanto, que lo tiene, el paseo por el malecón hasta alcanzar el acceso a la fortaleza gaditana o la visión que ofrece Cádiz desde lo más alto de ella, no lo tiene menos. Como tampoco es menor el perfil fotogénico y cinematográfico de nuestro baluarte. Y si la fortaleza bretona ocupa más fotogramas que nuestro castillo solo es porque todavía el mundo cinematográfico, especialmente el que tiene posibles, no se ha fijado con atención en la silueta dibujada contra el mar del castillo de San Sebastian y en la claridad de una de las más luminosa ciudades de Europa. Son cientos los visitantes que cada día se agolpan por las callejuelas del Mont Saint Michel, en un apresurado ir y venir antes de que la marea imposibilite el acceso o la salida y, obviamente, en esa afluencia tiene mucho que ver la imagen mil veces reproducida del islote. Como también tiene mucho que ver la publicidad en la llegada de turistas a ese destino de moda en los cruceros que es Dubrovnik. Desde unos años para acá, un sector emergente ha sido el de los cruceros y una muestra de ello es el número creciente de barcos turísticos que hacen escala en nuestro muelle. La pequeña Ragusa ha aprovechado bien el tirón crucerístico. Y no es que la ‘perla del Adriático’ no lo merezca; todo lo contrario. Pero nuestro Cádiz, la sirena del Atlántico, la ciudad más bonita de Europa en palabras de Lord Byron, tampoco tiene nada que envidiar en atractivo a la antigua rival de Venecia. Cuando los cruceristas llegan a Dubrovnik se apresuran a pasear por la calle principal, la Placa, para luego recorrer sus casi dos kilómetros de murallas. Cádiz exige, ciertamente, un poco más de tiempo para conocerla, admirarla y disfrutarla. Pero si animamos a los cruceristas que llegan a nuestra ciudad a hacer un recorrido similar al que hacen en la pequeña ciudad croata, seguro que vuelven con el tiempo suficiente para enamorarse para siempre de Cádiz.