ANÁLISIS

Italia: de la necesidad, ¿virtud?

La imposibilidad de formar un gobierno parlamentario estable tras la elección legislativa de febrero ha devenido un asunto de gran calado

MADRID Actualizado: Guardar
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La crisis política en Italia –la imposibilidad de formar un gobierno parlamentario estable tras la elección legislativa de febrero– ha devenido un asunto de gran calado, una oportunidad de oro para proceder a una reforma a fondo de las instituciones, y una ocasión de comprobar si, como escribe hoy en 'Il Corriere della Sera' Sergio Romano, "al menos, gobernar Italia es posible".

Tal le parece al acreditado columnista el benévolo y didáctico resultado que cabría esperar del trabajo de los "dos comités de sabios" formados por el presidente de la República, Giorgio Napolitano, para que le hagan propuestas susceptibles de ser asumidas por una mayoría amplia del legislativo. Hoy se reunieron con Napolitano en horas distintas y sucesivas.

Pero tales propuestas serían objetivos, lo probable es que estén redactadas con la inevitable ambigüedad y en términos generales para ser aceptados y no sirvan por sí mismas como un mágico elixir que, súbitamente, sería suficiente para superar el punto muerto. El estancamiento es completo a día de hoy y, además, en los cuatro días transcurridos desde que el jefe del Estado se sacó de la chistera el recurso a los sabios, recibido más bien positivamente, han ganado terreno los críticos.

Los problemas, identificados

La situación es curiosa porque resulta difícil creer que una elección libre pueda dar resultados literalmente imposibles de casar, en ausencia de mayorías apabullantes, y suscitar un problema grave. Se acostumbra a responsabilizar de la penosa situación a la Ley electoral, pero el asunto es anterior y consiste, como señalan constitucionalistas de peso –y entre nosotros con toda claridad el catedrático Javier García Fernández– en el radical bicameralismo del sistema, un absurdo porque los mecanismos de atribución final de los escaños son diferentes.

Todos los votos son expresados libremente y escrutados según las disposiciones de la última reforma electoral, la Ley de diciembre de 2005 (gobierno Berlusconi). Argumentando, con muchos ejemplos entonces, que la crónica inestabilidad italiana y la subsiguiente brevedad de los gobiernos era hija del sistema electoral, 'Il Cavaliere' propuso e impuso listas cerradas y una proporcionalidad absoluta para el Congreso de Diputados, con considerables bonificaciones para las más votadas a nivel estatal. Pero para el Senado los bonus serían para las listas más votadas en cada una de las veinte regiones… de modo que el granero de escaños en Lombardía y Sicilia, feudos de Berlusconi y/o sus socios (68 escaños), eran una especie de seguro de vida política.

Como en el marco de estricta bicameralidad mencionada, el Senado tiene atribuciones decisivas (investir al gobierno) la lista nacional más votada, asumiendo que en general se vota en el mismo sentido para las dos cámaras, pierde su eficacia real porque el sistema de primas mezclado con la seguridad ambiental del voto (el fenómeno de la 'Liga Norte' en Lombardía es el ejemplo clásico) alteran de hecho la voluntad nacional. Eso explica que el partido o la coalición más votados "en Italia" tenga la primera mayoría de diputados, pero no de senadores… y no pueda formar gobierno.

La hora del sentido común

Naturalmente esto ocurre esta vez, además, porque el bipartidismo tradicional (izquierda-derecha) se ve ahora fuertemente alterado por la irrupción de un partido (o, como dicen sus críticos, un estado de ánimo) nuevo y distinto: el 'Movimiento Cinco Estrellas' de Beppe Grillo que con 108 diputados y 54 senadores ha cambiado por completo la situación. Valoraciones aparte, Grillo no ha engañado a nadie y actúa desde su conocido criterio de tener a los partidos tradicionales y a la clase política por indeseables.

Berlusconi, como era seguro, propuso al Partido Democrático, el más votado, un ejecutivo de concertación nacional, pero Pierluigi Bersani no podía aceptarlo por obvias razones de coherencia política y porque no puede colaborar en el blindaje político de Berlusconi, que sería una prórroga de inmunidad de hecho, imputado como está en varios juzgados. Este pequeño hecho confirmó el punto muerto y la inquietud nacional… y fue, de hecho, lo que movió a Napolitano a intervenir.

Nótese que en su inesperado anuncio del sábado, insistió hábilmente en que Italia "no está sin gobierno" porque Monti, y eso es técnicamente verdad porque no ha sido desautorizado por el parlamento y es solo -añadió- un gabinete dimisionario. En este tono y quedándole menos de seis semanas en el cargo, la operación de Napolitano parece un intento de ganar un poco más de tiempo… mirando a Europa que, en efecto, aprecia la estabilidad institucional mientras la prima de riesgo y la Bolsa se mantienen… Una lucha contra reloj con tiempo tasado. Los sabios harán juiciosas recomendaciones que no podrán tener la capacidad de evitar nuevas elecciones, mientras el problema central de la eficaz representación, que pasa por negarle al Senado poderes idénticos a los de la Cámara baja, se mantiene.