Carolina Solé.
Sociedad

Odio a muerte en la Cataluña rural

Tras dos décadas en la empresa, debuta con una novela negra sobre la ambición que sitúa en el microcosmos humano de la Cerdaña Carolina Solé reivindica la intriga «mediterránea y costumbrista» con 'Ojos de hielo'

MADRID. Actualizado: Guardar
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Los cuervos vacían los ojos del mutilado cadáver de Jaime Bernat, el mayor terrateniente del valle de la Cerdaña, en el pirineo catalán. Así arranca 'Ojos de hielo' (Planeta), una intriga enraizada en bellos parajes montañosos de huraños habitantes y prometedor debut narrativo de Carolina Solé (Sabadell, 1966). Directiva durante dos décadas de una empresa textil, de tardía vocación narrativa, cambió entusiasmada despacho, juntas y viajes por la ficción. Ambición, odios enquistados, corrupción y venganza rodean al crimen que arma la novela. Ofensas y agravios agigantadas por el tiempo, el reflejo en la vida adulta de la niñez y la inexcusable necesidad de perdonar, son temas de una intriga «cultivada» en el 'humus humano' del valle de la Cerdaña, un microcosmos en la Cataluña rural.

«La novela negra es un fiel espejo de la sociedad, de modo que hay paro, corrupción, víctimas y un asesino que, en cierto modo, es otra víctima. Tiene voz y necesita explicarse», dice Solé, que tras una «fallida» novela histórica pulió sus armas narrativas en la escuela de escritura del Ateneo de Barcelona. Es el mismo taller literario del que salió Ildefonso Falcones y que Solé reivindica como «uno de los mejores del mundo». El premio a su tesón llegó con el sí de sus editores a una novela «tan negra como mediterránea» que se apunta al resurgir del 'thriller' rural por el que apuestan sus editores.

Investigadores

El núcleo de la trama está «en un pueblo muy real de cuyo nombre no quiero acordarme». Según el esquema clásico, ha creado Solé una pareja de investigadores no tan clásica. Una abogada de Barcelona, Kate Salas, egoísta, ambiciosa y marrullera, adicta al trabajo y originaria del valle, y un policía, el sargento Juan Bruno Silva, J. B., que purga su turbio pasado en Pugicerdá, capital de la comarca de la Cerdaña, separada de Barcelona por tres horas de carretera, la montaña y el túnel del Cadí.

«No se tienen ninguna simpatía; chocan como trenes. Ambos quieren resolver con urgencia el asesinato del terrateniente más poderoso de la comarca en un entorno opresivo al que pesan viejas historias y demonios de las familias que dominan este valle de los Pirineos», explica Solé. «Ella se saltará las normas para esclarecer el crimen cuanto antes. Él, exbebedor, consumidor compulsivo de caramelos Solano, con un pronto irrefrenable, querría tomar atajos pero no puede; está defenestrado por saltarse unas reglas que ahora cumple a rajatabla para no volver a ser suspendido». Ambos quieren resolver el crimen y regresar a la ciudad. «La abogada para medrar en el despacho en el que acaban de nombrarla socia y el policía para volver a la normalidad que le hurtaron».

Pero les ata el valle, un zoo humano en el que todos los personajes tienen raíces y fuertes conexiones. «No serían creíbles en un medio urbano», plantea Solé. «Los enclaves fronterizos y cerrados son muy particulares, los pecados no prescriben, la memoria es eterna y la gente no se olvida nunca de las cosas», enumera. «Puedes enterrar un trapo sucio muy hondo pero siempre habrá alguien dispuesto a desenterrarlo y airearlo tres generaciones después», apunta Solé.

El germen de la novela fue una conversación de vecinas de un pueblo del valle sobre una familia de ojos grises y mirada gélida -de ahí el título- cuyo patriarca murió dejando una herencia endiablada. «Era el trébol de cuatro hojas que buscaba», se ufana. «Hice crecer la historia, subí el tono de los personajes en un enclave geográficamente fantástico y humanamente complejo en el que se entrecruzan odios e inquinas», explica. «La abogada no quiere regresar a la tierra donde se crió y a un pasado doloroso, pero lo hará para ayudar a Dana Prats, veterinaria, amiga de la infancia y sospechosa del asesinato del empresario por el litigio generacional sobre un asunto de tierras que su familia mantiene con los Bernat», explica la autora.

También el policía odia su entorno. «Su apellido es un homenaje explícito a mi admirado Lorenzo Silva, un espejo para mí de cómo deben armarse las intrigas policiales», explica una ávida consumidora de novela negra. «Como cualquier aficionado devoré las intrigas nórdicas y añoré una parte más personal y cercana de los protagonistas». De ahí su apuesta por «la novela negra mediterránea, con toques costumbristas, con entorno familiar y los personajes más próximos». ¿Un 'Falcon Crest' del los Pirineos? «Podría ser. Es una fórmula muy interesante como herramienta para mostrar a los personajes», concede risueña.