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«Un libro es un producto de lujo para un precario»
Javier López Menacho Autor de 'Yo, precario'
MADRID. Actualizado: GuardarDiplomado en Turismo, máster en creación literaria y cursos de periodismo narrativo. Pese a esa formación Javier López Menacho (Jeréz de la Frontera, 1982) tiene que seguir desempeñando trabajos 'basura'. De su necesidad de desahogarse nace 'Yo, precario', un libro donde denuncia con mucho sentido del humor e ironía la injusticia laboral a través de cuatro infraempleos que van desde ser una mascota de chocolatina a auditar máquinas expendedoras de tabaco, promocionar una empresa de telefonía o 'speaker' en una sala de cine de los partidos de la selección en la última Eurocopa. Todo ello por un sueldo de entre 4,5 euros y 6 euros la hora. «Eso no te da para vivir. Tengo formación para tener algún empleo estable», explica. De momento, su via crucis particular se ha convertido en un libro del que prepara ya la segunda edición.
-¿Por qué escribir este libro?
-Como catarsis personal. Estaba pasando una época muy mala, con trabajos como de chocolatina gigante, de 'speaker'. Y se me ocurrió que la única salida de una experiencia que me estaba minando la moral era escribir sobre ello. Digo lo que veo, pero no tengo que juzgarlo a cada rato. Ya hay un lector que lo va a leer. Le muestras la realidad y él va a extraer lo que hay en esa realidad injusta que vivimos algunos jóvenes españoles.
-El libro derrocha humor e ironía, pero esconde una dura denuncia.
-No quería que fuese un panfleto ideológico. Que estuviese todo el tiempo diciendo 'qué sociedad más injusta o que político más mísero', sino cómo se vive un día dentro de una chocolatina.
-Aunque describe cuatro trabajos precarios, intenta extraer lo positivo también de esos empleos.
-La gente lee el libro y me dicen que extraen una lectura positiva. Hay gente, otros trabajadores precarios, que me han escrito diciendo que el libro les da esperanza. Yo lo primero que hago es agradecerles que se compren un libro. Porque un libro para un precario es un producto de lujo. Luego hay mucha gente que me dice que se siente identificada.
-Trabajó como chocolatina gigante con los niños como aliados.
-A mí los niños me liberaron de estar mal esa época. Los niños tienen la esencia básica de un ser humano. Están llenos de emociones primarias: alegrías, besos, enfados... Y estar en un universo ajeno al mercado laboral que te mina la moral me rescató.
-Los empleos que describe la gente los consideraría denigrantes.
-Mi padre me dijo que el trabajo de mascota era denigrante y abusaba de mi integridad. Le dije que no. Que ningún precario me parece indigno. Los indignos son los señores que están en una oficina grande haciendo los ERE en empresas con beneficios.
-En un momento del libro cuenta cómo un indigente lograba más dinero que usted.
-Es verdad. Yo cobraba 4,5 euros por hora. Y además tenía que ir a Terrasa en tren, cuyo precio del billete había subido y me costaba siete euros ida y vuelta. Y veía al indigente que le daban más dinero que a mí a la hora. En un principio sentí envidia. Y luego sentí vergüenza de sentir envidia de un indigente.
-¿Qué otros trabajos precarios raros ha tenido?
-Para controlar el fraude en el metro. Me sentaba en un escalón y con un contador. Con cada uno que se colaba hacía clic y ya está. No los paraba ni nada. Contaba cuánta gente se colaba al día y la empresa hacía un estudio de mercado y allí era dónde situaba a los agentes de seguridad.
-¿Este libro le cerrará puertas?
-Habrá muchas empresas que lo vean y no me contraten. Porque denuncio unos entresijos que son muy duros y que nadie quiere mostrar. Pero también tengo la esperanza de que llegue alguien y diga 'me gusta tu libro y escribes muy bien. Hazme una columnita'.
-¿Qué le diría a un joven con un trabajo precario?
-No tengo ningún consejo que dar porque soy un precario más. Lo único que se me ocurre decir es que juntos se pueden cambiar cosas. Pero hay que salir a la calle a protestar. Quedándote en el salón de tu casa fustigándote lo único que vas a conseguir es deprimirte.