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Mokhtar Belmokhtar, el líder yihadista que asaltó la planta de gas argelina de In Amenas en enero. :: EFE
MUNDO

Un clamor en el desierto

Los intereses de Francia, la antigua metrópoli, supervisan el devenir político de estos países y EE UU busca también aumentar su presencia Las crisis del Sahel evidencian problemas estructurales más allá de la ofensiva yihadista

GERARDO ELORRIAGA
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El Sahel intenta contener el desierto. El 8 de abril se celebrará en Yamena la segunda cumbre de The Great Green Wall for the Sahara and Sahel Initiative (GGWSSI), proyecto destinado a crear una barrera verde entre el Océano Atlántico y el Mar Rojo. La iniciativa pretende reforestar una banda de 15 kilómetros de ancho y casi 7.800 kilómetros de longitud a través de once países.

Pero los Estados implicados no solo comparten problemas medioambientales. La zona se ha convertido en una de las políticamente más frágiles del planeta. La guerra de Malí y la ofensiva rebelde centroafricana están relacionadas con una inestabilidad que, además, se contagia a través de fronteras artificiales y porosas. Las alarmas en torno a la amenaza yihadista no parecen comprender que la ofensiva radical no es la causa, sino la consecuencia de un déficit democrático en sociedades aún reguladas por modos tribales y vicios clientelistas, y lastradas por la corrupción y el nepotismo.

Francia es la metrópoli que se encuentra tras las jóvenes repúblicas sahelianas. Sus intereses han impulsado, permitido o derribado regímenes a lo largo del último medio siglo de teórica independencia. Washington también es consciente de esta debilidad regional y sus riesgos y parece decidido a compartir la tutela con París.

1. Senegal

La democracia no basta

Las revueltas del pasado año contra el presidente Abdoulaye Wade, tan pronto hizo pública su aspiración a un tercer mandato, evidenciaron que incluso en Senegal, la excepción democrática de la región, subyacen conflictos que las urnas no encauzan. Además, el país más pacífico de la región cuenta con un conflicto de baja intensidad en el sur, en la región de Casamance, la tierra de los diola, susceptible de reactivarse.

2. Malí

La herida abierta

La fractura entre los tuareg y la población del sur, formada por varias comunidades negras, es el resultado más inquietante de la reciente guerra vivida en el país. El mutuo recelo complica la victoria final sobre las fuerzas yihadistas, muy difícil sin la colaboración de las tribus nativas del Azaouad.

3. Níger

Una víctima propiciatoria

Francia obtiene de Níger una tercera parte de su uranio. El Departamento de Agadez, de mayoría tuareg, concentra los yacimientos. La contaminación medioambiental y el resentimiento de las tribus locales, despojadas de los beneficios de la explotación, han dado lugar a varios conflictos armados. La fragilidad política y la sucesión de crisis alimentarias cuestionan la viabilidad del país, beneficiario de las ayudas de emergencia, y favorecen la expansión del islamismo radical.

4. Nigeria

Un Estado de pesadilla

El extremo nororiental de Nigeria forma parte del Sahel. La pesadilla de este país comenzó en ese rincón, el estado de Borno. La punta de lanza del yihadismo en el África negra se llama Boko Haram y, desde 2002, su acción terrorista y la respuesta represiva del Ejército han convertido a Maiduguri, su capital, en un escenario de cotidiana violencia.

5. Chad

La maldición del petróleo

Chad inició la exportación de crudo hace ya una década y sus índices de desarrollo humano se encuentran entre los más bajos del mundo. Pero Idriss Déby, el presidente desde hace 23 años, cuenta con el apoyo galo, que le salvó cuando, en 2008, las fuerzas rebeldes cercaron el palacio presidencial.

6. Mauritania

La última primavera

La historia de esta república está caracterizada por la sucesión de golpes de Estado, dictaduras y breves apuntes de democracia formal. La población se alzó contra esta turbulencia endémica el pasado mayo en lo que parece ser el último estallido de la 'primavera árabe'. Las manifestaciones tuvieron lugar en la capital, Nouakchott.

7. Argelia

La evidente debilidad

El patio trasero de Argelia, su vasto territorio meridional, ha servido de plataforma para la expansión de Al-Qaida del Magreb Islámico y grupos afines. Este fenómeno forma parte del legado de la guerra civil que devastó el país en los 90. El asalto de los extremistas a la refinería de In Amenas el pasado enero reveló, con extrema crudeza, la vulnerabilidad de una de las teóricas potencias africanas.

8. Sudán

Todos contra Al-Bashir

Hace dos años, Sudán perdió una cuarta parte de su territorio y tres cuartos de sus reservas de petróleo. La escisión de Sudán del Sur supuso un quebranto económico de enormes proporciones y tampoco trajo la paz. El país mantiene hoy conflictos bélicos en Darfur, Kordofán del Sur y Nilo Azul y ha de hacer frente al ostracismo internacional por las cuentas pendientes con el Tribunal de La Haya de su presidente desde hace 24 años, Omar Al-Bashir.

9. Burkina Faso

El presidente camaleónico

La talla política del presidente burkinabés Blaise Compaoré no admite dudas. Quizás su forma de acceder al poder hace 25 años, a través de un golpe de Estado, no fue la más correcta. Pero su capacidad para mudarse en apreciado aliado de Francia y personalidad dentro del movimiento de los países no alienados lo acredita desde entonces como un gran estratega. Ese don le ha permitido bregar con rebeliones sociales y militares en uno de los países más pobres del mundo.

10. Eritrea

El vecino incómodo

Su hermetismo político ha sido comparado al de Corea del Norte, aunque la estrategia del régimen de Asmara no tiene parangón en el mundo. En sus escasos veinte años de vida ha desarrollado conflictos con todos los vecinos, aunque destaca la guerra con Etiopía entre 1998 y 2000, que concluyó con un saldo de 123.000 muertos y más de 650.000 desplazados.