Julia Pierson jura el cargo ante Obama y Biden. :: REUTERS
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Obama aspira a que Pierson recupere el prestigio del Servicio Secreto

La primera mujer al frente de la agencia de seguridad estadounidense logra un consenso político que pocas veces se puede ver ya en Washington

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En el imaginario popular, el Servicio Secreto está formado por esos tipos duros vestidos de impecable traje de chaqueta, al estilo Clint Eastwood, que siempre llevan gafas de sol y un pinganillo en la oreja. Los mismos que desde ahora tendrán que rendir cuentas a una mujer, por primera vez en siglo y medio.

La dama que ha puesto su nombre en la historia se llama Julia Pierson, tiene 53 años y lleva tres décadas en esta agencia. Su nombre se une al de otras mujeres a las que el presidente Barack Obama ha puesto al frente de organismos de seguridad, como la famosa agencia antidrogas DEA o la de antidisturbios US Marshals, pero Pierson tiene el cargo más visible y la mayor tarea por delante.

«Somos una pequeña agencia con una gran misión», dijo en 2007 a la revista 'Smithsonian', cuando todavía ejercía de jefa de Gabinete de su predecesor, Mark Sullivan. Por entonces todavía no sabía que su verdadera misión pasaría de defender la vida del presidente a limpiar la reputación del cuerpo. Y es que la imagen de Hollywood ha quedado manchada por el escándalo de Cartagena de Indias. Allí fue, en la primavera pasada, donde una prostituta a la que no le quisieron pagar lo prometido destapó la costumbre de soltarse el pelo de estos machos de película que en el extranjero quieren sentirse James Bond.

La investigación salpicó a trece agentes, la mayoría casados, de los que siete han tenido que abandonar el cuerpo. En un intento de hacer valer las normas, la agencia abrió también expediente a Rafael Prieto, otro agente casado que fue denunciado por mantener un romance con una mujer mexicana -por seguridad se les prohíben las relaciones sentimentales con extranjeras-. Prieto se suicidó en noviembre pasado. En defensa del cuerpo, muchos aseguraron que se trataban de casos excepcionales. Por el contrario, la implicación de superiores hacía pensar que la cultura de quitarse el anillo en cuanto despegaba el avión era tolerada.

Nombramiento fantasma

De los 3.500 agentes del cuerpo, sólo el 10% son mujeres. Algunos vienen manteniendo que si este porcentaje fuera mayor las posibilidades de escándalos similares disminuirían, al menos en lo que a prostitutas se refiere. Por eso hombres y mujeres, a izquierda y derecha, aplaudieron ayer la decisión del presidente, en un gesto de consenso que cada vez es más difícil de ver en Washington. El propio Obama tomó asiento de primera fila para la ceremonia de nombramiento, en la que su vicepresidente Joe Biden, que ha defendido en el Senado los derechos de las mujeres, administró el juramento.

Menos sonado será el de la nueva directora de Servicios Clandestinos de la CIA, si el director de la agencia, John Brennan, decide confirmarla en el cargo. Su nombre ni siquiera se puede publicar y Brennan, lejos de querer apuntarse el tanto de avanzarla hasta la cúspide de una de las divisiones más machistas de la CIA, ha creado una comisión investigadora de tres miembros que evalúe asépticamente sus cualificaciones.

Sus reticencias se deben a que la mujer en cuestión, que ocupa el cargo de forma interina desde una semana antes de que llegara él, fue responsable de la política de torturas que practicó la CIA en sus cárceles secretas tras el 11-S. Brennan, al que también se le atribuye culpa, cuando menos por no haberlo impedido, no quiere ser responsable de ascender a nadie con sus credenciales.

La mujer que ahora dirige las operaciones encubiertas de la CIA envía a espías a ultramar y dirige el programa de drones, también está en los 50, habla varias lenguas, ha tenido diversos puestos en Moscú y formó parte de la cadena de mando de los centros de detención e interrogatorio de la agencia tras el 11-S. Su firma aparece en el documento que ordenó la destrucción de los vídeos que destaparon las brutales técnicas.